Atentado a Miguel Uribe Turbay: un país que dejó de escucharse

 Reflexiones sobre una democracia herida, una sociedad polarizada y una cultura que normaliza el odio


Atentado a Miguel Uribe Turbay: un país que dejó de escucharse
    Foto: Pantallazo portal del Congreso 

Redacción  RMC Noticias / 8 de junio de 2025


El disparo no fue solo a Miguel Uribe

El intento de asesinato contra el senador Miguel Uribe Turbay no puede leerse como un hecho aislado ni personal. No es solo una tragedia contra un político, sino un reflejo de lo que estamos dispuestos a tolerar como sociedad. No importa si uno simpatiza o no con su ideología: su derecho a vivir y participar en democracia debería ser sagrado. Y sin embargo, fue vulnerado de la manera más brutal. El silencio posterior, la rapidez con la que volvimos a la rutina, y la indiferencia de parte del debate público, son señales inequívocas de una ciudadanía que se ha acostumbrado a la violencia como lenguaje político.

Una democracia sin norte, sin propuestas y sin liderazgos

Vivimos en un país donde hace años se hicieron trizas la paz, y hoy, poco a poco, también se han hecho trizas la salud, la justicia social y cualquier intento de reforma estructural. La política nacional se ha convertido en un campo de negaciones: no a la reforma laboral, no a la reforma pensional, no a la concertación. Mientras tanto, no hay un candidato presidencial visible, ni una propuesta sólida capaz de unir. Los senadores, salvo contadas excepciones, no luchan por los intereses del pueblo, sino que permanecen atrapados en debates sin contenido y cálculos electorales. Colombia, en lugar de construir, se está desgastando en la autodestrucción del “no”.

La intolerancia como norma cotidiana

En las calles, la intolerancia se ha convertido en una regla tácita. Ya nadie respeta el tránsito, ni la autoridad, ni al otro. La violencia ya no solo es física: es simbólica, verbal, digital. Y eso es lo más preocupante. Las redes sociales, los noticieros, los discursos públicos: todo parece estar diseñado para dividirnos. La agresión se normalizó, y los algoritmos del odio ya no son simples códigos: son hábitos. El atentado a Uribe es una alarma de que lo impensable puede volverse rutina. Y si no detenemos ese proceso ahora, será demasiado tarde para recuperar la confianza cívica.

No se trata de ideologías: se trata de humanidad

Miguel Uribe Turbay es una figura polarizadora, sí. Pero precisamente por eso es fundamental defender su derecho a existir en el espacio público. Si no somos capaces de garantizar la seguridad y la palabra incluso a quienes nos resultan incómodos, entonces no estamos defendiendo la democracia: la estamos dejando morir. No se trata de derechas ni izquierdas. Se trata de la posibilidad misma de coexistir, de debatir sin matarnos, de disentir sin exterminarnos. Y eso hoy parece una utopía en Colombia, donde el debate se reemplazó por la descalificación y la diferencia por el desprecio.

Mirarnos hacia adentro: el desafío real

Lo que urge ahora no es solo justicia para Miguel Uribe, sino una profunda reflexión como sociedad. ¿Qué estamos alimentando con nuestro lenguaje, nuestras elecciones, nuestras omisiones? ¿Qué tipo de país queremos construir si dejamos que la intolerancia se convierta en cultura? La violencia política no se soluciona con escoltas ni blindajes: se frena cuando cada uno de nosotros asume la responsabilidad de aportar algo distinto. No son solo los políticos los que deben cambiar. Somos todos. Y hasta que eso no ocurra, seguiremos habitando un país donde la oscuridad parece tener más fuerza que la luz.



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