¿Qué significa que las disidencias de las FARC ataquen un CAI en plena ciudad? Más que un hecho violento, un mensaje político que interpela a toda la sociedad
Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali
Redacción de RMC Noticias |
Cali/ abril de 2025
Alias ‘Oso Yogui’ y el Frente ‘Jaime Martínez’: el rostro de una amenaza que no se disfraza
En la noche del 25 de abril de 2025, un artefacto explosivo alteró la rutina del barrio Jorge Eliecer Gaitán, al nororiente de Cali. El blanco no fue un objetivo militar ni una infraestructura estratégica: fue el CAI PTAR, un punto policial de barrio, uno de esos espacios que, más allá de su eficacia, simboliza la presencia del Estado en medio de la complejidad urbana. Hoy, con los vidrios rotos y las cámaras quemadas, ese símbolo quedó desafiado. Y no por cualquiera: por las disidencias de las FARC, específicamente por el frente ‘Jaime Martínez’.
Un ataque que deja algo más que escombros
Los daños materiales son visibles y graves: cámaras de vigilancia destruidas, señalización arrancada, iluminación comprometida, equipamiento de oficina inutilizado y la puerta blindada —símbolo de resistencia— violentada. Pero hay un daño más profundo que no se mide en pesos ni en informes técnicos: el miedo instalado en una comunidad que ya carga con muchas otras violencias.
Desde la administración municipal, la respuesta ha sido rápida. Noralba García, directora de la Unidad Administrativa de Bienes y Servicios, lideró un recorrido técnico al día siguiente para evaluar el daño y poner en marcha un proceso de restauración inmediato. Equipos de la UAESP, el Dagma y la Secretaría de Infraestructura ya trabajan en la zona. No es solo reconstrucción física: es una respuesta política, un acto de presencia institucional frente a un mensaje violento.
El terrorismo urbano tiene nombre propio
Las autoridades no tardaron en atribuir responsabilidades: el atentado fue obra del Frente ‘Jaime Martínez’, una de las columnas activas de las disidencias de las FARC con mayor capacidad de acción en el suroccidente del país. Pero más allá de la estructura colectiva, hay un nombre que ha tomado protagonismo: alias ‘Oso Yogui’, señalado como el autor intelectual del ataque.
La Alcaldía de Cali, encabezada por Alejandro Eder, respondió con contundencia. Se ofreció una recompensa de hasta $200 millones de pesos por información que permita capturar a alias ‘Oso Yogui’ y hasta $100 millones por los autores materiales del hecho. Además, se habilitó la línea 314 358 7212 para canalizar denuncias de forma confidencial.
Pero, más allá de la recompensa, el mensaje del alcalde fue claro:
“No vamos a permitir que el terrorismo de estos criminales se meta a nuestra ciudad. La autoridad se respeta, y la vida de los caleños no está en negociación”.
Seguridad o espectáculo: la delgada línea en tiempos de crisis
En la política moderna, toda acción es también un mensaje. Y Eder lo sabe. La contundencia de su respuesta, el aumento de las recompensas, el despliegue militar ordenado tras el consejo de seguridad, buscan no solo capturar a los responsables, sino también restaurar la narrativa: Cali no se arrodilla. Sin embargo, esta narrativa tiene límites. Porque no basta con prometer autoridad; hay que construir legitimidad.
¿Puede el Estado —con presencia ocasional y precariedades estructurales— realmente disputar el control simbólico de estos territorios? ¿O estamos asistiendo a un pulso entre quien impone miedo y quien responde con anuncios?
Restaurar lo físico, reconstruir lo simbólico
Mientras se reparan luminarias, se podan zonas verdes y se reubican cámaras, la verdadera restauración es otra: la confianza. El ataque al CAI PTAR no es un hecho aislado, sino un síntoma. Los territorios urbanos en disputa no se recuperan solo con más policía ni con recompensas millonarias. Se recuperan cuando la ciudadanía siente que su vida importa, que no está sola.
Por eso, aunque lo visible —el concreto roto, los cables arrancados— se pueda arreglar en semanas, lo invisible tomará más tiempo: calmar el temor, reforzar la comunidad, volver a habitar sin sospecha los espacios públicos.
Foto: Comunicaciones Alcaldía de CaliEntre la amenaza y la oportunidad
Cali está en una encrucijada. La presencia de estructuras criminales organizadas en el entorno urbano obliga a repensar la seguridad más allá de lo táctico. Lo ocurrido en el CAI PTAR no es un hecho menor: es un mensaje directo, no solo contra el Estado, sino contra la idea misma de que se puede vivir en paz en estos barrios.
Las autoridades están llamadas a responder con firmeza, sí, pero también con inteligencia y sensibilidad. La ciudad no puede seguir siendo un campo de prueba para discursos de seguridad fragmentarios.
Este atentado puede ser una herida más o el punto de inflexión que permita repensar la relación entre Estado y periferia, entre autoridad y legitimidad, entre presencia y pertenencia.





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