Un piloto en el corazón del conflicto: ¿es Jamundí la respuesta que Colombia necesita?
Más que una sanción simbólica: la descertificación golpea donde duele
La descertificación no es una sorpresa. Pero sí es un golpe. Aunque no detiene relaciones diplomáticas ni congela ayudas por decreto, el mensaje es claro: Estados Unidos ya no cree que Colombia esté haciendo lo suficiente. Lo irónico es que esa conclusión llega justo cuando las cifras nacionales marcan récords en incautaciones, destrucción de laboratorios y operativos militares.
Y sin embargo, más allá de los datos, algo está fallando. Y quizás no solo en Colombia.
Jamundí, una tierra partida entre la coca y el abandono
Jamundí no fue elegida al azar. Es un municipio que ha aprendido a sobrevivir entre la selva y la guerra, entre la coca y el olvido estatal. Allí, los cultivos ilícitos no son una elección caprichosa, sino la única respuesta posible cuando la legalidad no da opciones. Allí, hablar de seguridad es hablar de caminar con miedo.
La propuesta de Toro no es nueva, pero esta vez tiene algo distinto: una lectura integral del problema. No se trata solo de erradicar, sino de sembrar esperanza. De sustituir hojas, sí, pero también de construir futuro donde solo ha habido promesas rotas.
Lo que propone el Valle no es una utopía
El piloto incluye acciones puntuales: uso controlado de aspersión aérea (con drones, no con avionetas), aumento de inteligencia militar y oferta real de proyectos productivos legales para campesinos. La diferencia es que, por primera vez, se plantea desde el territorio, no desde un escritorio en Bogotá.
La Gobernación del Valle, aunque sin recursos ilimitados, ha logrado contener parte del avance criminal en zonas rurales. Pero la seguridad no se sostiene sin alternativas económicas y, mucho menos, sin voluntad política nacional. Por eso, el llamado de la mandataria es claro: esto no se puede hacer solos.
La relación con EE. UU.: más que cooperación, ¿es momento de renegociar?
“La descertificación es una alerta, pero también una oportunidad para reconstruir una relación que se ha desgastado", dijo Toro. Y tiene razón. Colombia ha puesto los muertos, los territorios y las víctimas. Estados Unidos, las exigencias. No hay guerra más desigual que la que se libra con armas prestadas y políticas impuestas desde afuera.
Reconstruir la cooperación no significa arrodillarse, sino negociar de tú a tú. Con dignidad. Con pruebas. Con cifras que demuestran que si alguien está fallando en esta historia, no es solo Colombia.
La urgencia de dejar de hablar de drogas y empezar a hablar de vidas
Detrás de cada hectárea de coca erradicada hay una historia. Una familia. Una promesa incumplida. En Jamundí y en tantas zonas del país, la guerra contra las drogas ha sido una guerra contra los campesinos. La política que llega solo para destruir, sin construir nada a cambio, está condenada al fracaso. Y si el plan piloto en Jamundí logra revertir esa lógica, no será una solución total, pero sí un comienzo.que no puede ser ignorado.
La descertificación como espejo de un país en deuda consigo mismo
La descertificación de Colombia no solo revela un desencuentro diplomático: nos confronta con nuestros propios vacíos. El Estado ha estado ausente donde más se le necesita, y eso no se resuelve con helicópteros ni con comunicados de prensa. El experimento en Jamundí puede fracasar, sí, pero también puede convertirse en un faro para cambiar el enfoque.
Es hora de entender que no se trata de combatir la coca, sino de rescatar a las comunidades que han tenido que vivir con ella. No se trata de agradar a Washington, sino de construir paz desde adentro. Porque al final, si hay algo que debe certificarse, no es la guerra: es la vida digna.
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