Petro y Lula advierten sobre el riesgo de una nueva guerra bajo el discurso antidrogas.
Santa Marta, 9 noviembre de 2025. La IV Cumbre CELAC-UE en Colombia, pensada como un espacio de cooperación económica y ambiental, se vio alterada por un tema que no figuraba en la agenda oficial: la escalada militar de Estados Unidos en el Caribe bajo el gobierno de Donald Trump. En una reunión marcada por tensiones diplomáticas, los presidentes Gustavo Petro y Luiz Inácio Lula da Silva intervinieron para denunciar el resurgimiento de una política de guerra bajo el argumento del combate al narcotráfico.
Una cumbre económica que se tornó política
El encuentro, que buscaba reforzar alianzas entre América Latina, el Caribe y la Unión Europea, se convirtió en escenario de choques ideológicos. Petro y Lula, dos de las voces más influyentes del bloque latinoamericano, señalaron que la presencia militar norteamericana en aguas caribeñas no solo amenaza la estabilidad regional, sino que reproduce el viejo paradigma de intervención y control externo que América Latina ha intentado superar durante décadas.
Lo que iba a ser una conversación sobre inversión verde y cooperación digital derivó en una discusión geopolítica sobre soberanía, seguridad y autodeterminación.
El retorno del lenguaje de guerra
Fuentes diplomáticas confirmaron que delegados europeos mostraron sorpresa por el tono crítico de los mandatarios latinoamericanos. Mientras tanto, Washington justificó los nuevos despliegues militares como parte de su “guerra modernizada contra el narcotráfico”, con operaciones navales y de inteligencia en el Caribe, especialmente cerca de Venezuela y Haití.
Para Petro, el enfoque militar no ataca las causas estructurales del problema —pobreza, desigualdad y consumo— y, por el contrario, perpetúa una política de violencia institucionalizada. Lula fue más lejos: alertó sobre el riesgo de que esta escalada derive en una “guerra fría tropical”, donde las naciones latinoamericanas vuelvan a ser el tablero de disputa de potencias externas.
Europa entre el silencio y la cautela
Los representantes de la Unión Europea evitaron pronunciarse directamente sobre las críticas a Estados Unidos. España y Alemania, según fuentes de la cumbre, propusieron “mantener el foco en la agenda económica y ambiental”, evitando que el tema militar opacara los acuerdos comerciales. Sin embargo, el silencio europeo fue interpretado por varios líderes caribeños como una forma de cómplice indiferencia ante el intervencionismo estadounidense.
El contraste es evidente: mientras la CELAC insiste en discutir seguridad desde una lógica de paz, cooperación y soberanía, Europa prefiere no incomodar a Washington, su socio histórico y militar.
América Latina busca una voz común
Pese a las diferencias internas, la postura de Petro y Lula revitalizó el debate sobre la autonomía latinoamericana. El Caribe, una región históricamente relegada en los foros internacionales, se convirtió en el epicentro simbólico de la cumbre. Las declaraciones conjuntas, aún en borrador, plantean fortalecer la defensa regional no militarizada y la cooperación sur-sur frente a amenazas externas.
Analistas consideran que esta coyuntura puede marcar un punto de inflexión: o América Latina consolida una voz propia ante el nuevo orden mundial, o volverá a ser escenario de estrategias ajenas a sus intereses.
Más allá de la geopolítica: la dimensión humana
Detrás de los discursos y los titulares, lo que está en juego son vidas y territorios. Cada despliegue militar en nombre de la “seguridad hemisférica” tiene un impacto directo en comunidades costeras, rutas migratorias y ecosistemas caribeños. La militarización, bajo cualquier bandera, termina afectando a quienes menos poder tienen para defenderse.
La pregunta que dejaron Petro y Lula flotando en la sala fue clara:
“¿Cuántas décadas más tendrá que soportar América Latina políticas de guerra disfrazadas de cooperación?”
El Caribe no debe ser el tablero de nadie
Desde una mirada crítica y colectiva, esta cumbre deja una lección evidente: la región necesita unidad política y claridad moral para no repetir su historia de dependencia. Si el siglo XXI comenzó con promesas de integración y autonomía, la nueva escalada militar demuestra que la independencia real sigue siendo una tarea inconclusa.
El Caribe —esa franja de mar que une culturas, economías y sueños— no puede seguir siendo el escenario donde otros juegan su poder. La voz de América Latina debe ser firme, porque cada silencio diplomático tiene consecuencias humanas.




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