Foto: Paulina Arango
El 9 de febrero se conmemora el Día del Periodista, una fecha que no solo nos invita a reflexionar sobre el papel crucial de la información en la sociedad, sino también a rendir homenaje a los periodistas que, desde diferentes trincheras, luchan por la verdad. En este contexto, la televisión comunitaria de Cali emerge como un pilar esencial para las periferias de la ciudad, un medio que, durante las décadas de los 90, abrió un espacio para que las voces marginadas pudieran ser escuchadas.
La historia del periodismo comunitario en Cali está marcada por la lucha de los habitantes de las laderas y el oriente de la ciudad, quienes tomaron el audiovisual como herramienta para visibilizar sus realidades. La televisión comunitaria no era solo un canal de entretenimiento; se convirtió en una ventana de denuncia, resistencia y esperanza. En aquellos años, estos medios no contaban con el respaldo de grandes presupuestos ni equipos de alta tecnología, pero sí con una fuerza inquebrantable de voluntad y compromiso social.
El documental "Tras las Huellas Perdidas: Rescatando la Esencia de la Televisión Comunitaria en Cali" se erige como un homenaje a esos periodistas que, sin una formación académica formal, con cámaras modestas y recursos limitados, lograron movilizar a toda una comunidad. A través de sus relatos, podemos entender cómo los jóvenes de los barrios más afectados por la violencia y el desplazamiento forzado, encontraron en la imagen un refugio y una herramienta de lucha.
Estos periodistas empíricos nos enseñaron que el periodismo no se trata solo de transmitir información, sino de generar un espacio para el diálogo, la reflexión y la transformación social. La televisión comunitaria de Cali se infiltró en los rincones olvidados de la ciudad, donde los medios tradicionales raramente se aventuraban. El poder de las imágenes permitía que temas como el medio ambiente, la cultura y los derechos humanos fueran debatidos y comprendidos desde las perspectivas locales.
Más allá de ser un medio de información, la televisión comunitaria promovió un cambio cultural profundo. Jóvenes que, a menudo, se sentían invisibles ante la sociedad, encontraron en las cámaras una forma de narrar sus historias. No solo compartían lo que sucedía en sus barrios, sino que también tejían una identidad colectiva, con un propósito claro: ser escuchados, ser vistos, ser parte de la historia.
Lo que hizo única a la televisión comunitaria de Cali en esa época fue su capacidad para movilizar la comunidad en torno a una causa común. Al ser un medio que surgió de las entrañas de la misma gente, no solo se trataba de consumir información, sino de producirla. Los colectivos audiovisuales formados por jóvenes de los barrios eran los protagonistas, participando activamente en la toma de decisiones sobre los contenidos, los temas a tratar y las historias a contar.
Al rescatarnos de la memoria visual, "Tras las Huellas Perdidas" no solo documenta una parte de la historia de Cali, sino que también nos recuerda el valor del periodismo comunitario en su capacidad de transformar realidades. La producción de estos audiovisuales comunitarios se presentó como una estrategia de intervención, una vía para que los protagonistas se apropiaran de su narrativa y pudieran proyectar sus mensajes a un público más amplio, sin las distorsiones de los medios comerciales.
La televisión comunitaria y el video participativo no solo brindan un espacio para el reconocimiento de las problemáticas sociales, sino que también abren la puerta a soluciones innovadoras. A través de la colaboración, la participación y el esfuerzo conjunto, estos colectivos han logrado construir una historia visual que pertenece a la comunidad, que refleja sus luchas, pero también sus logros.
En la actualidad, el legado de esos periodistas empíricos sigue vivo. Los jóvenes que alguna vez tomaron una cámara para contar su verdad hoy son profesionales en áreas como la cinematografía y la producción audiovisual. Lo que comenzó como un acto de resistencia en los barrios más marginados, ha evolucionado hacia un movimiento que continúa empoderando a las nuevas generaciones. Y es que, al igual que en los años 90, el periodismo comunitario sigue siendo la herramienta más poderosa para construir una sociedad más justa, equitativa y conectada.
Finalmente, los invito a todos los gremios a dejar a un lado el egocentrismo y a unificarse como una red. Es hora de reflexionar sobre el papel que juega el periodismo comunitario y de invitar a las nuevas generaciones a que revisen el contenido que están generando, como replicadores de noticias de los grandes medios, en lugar de crear contenidos genuinos desde la propia comunidad. Es esencial retomar la esencia de contar las historias locales, empoderar a las comunidades y recuperar el verdadero sentido del periodismo: ser una voz que represente las realidades que a menudo permanecen en las sombras.
Por: Paulina Arango M
0 Comentarios