Buenaventura, Semana Santa y el derecho a vivir el paraíso sin miedo

Buenaventura, Semana Santa y el derecho a vivir el paraíso sin miedo
Foto: Comunicaciones Gobernación del Valle del Cauca


En Buenaventura, el mar siempre ha cantado promesas. Promesas de belleza, abundancia y tradición. Pero también, durante años, ese canto ha sido ahogado por el ruido de la indiferencia institucional, la violencia estructural y la fragmentación del territorio. Hoy, mientras el país celebra Semana Santa, esta ciudad-puerto del Pacífico colombiano vuelve a levantar la voz, no solo para invitar a los turistas, sino para recordarnos que también merece vivir en paz.

La seguridad no debería ser una excepción, pero en Buenaventura, tener presencia del Estado aún se celebra como un acontecimiento extraordinario. La reciente visita de la gobernadora Dilian Francisca Toro, despachando directamente desde el puerto durante varios días, fue más que una gestión logística: fue un gesto simbólico que muchos residentes han recibido como un primer paso hacia la reconstrucción de una confianza largamente erosionada.





Y es que hablar de seguridad en esta ciudad no es hablar únicamente de cifras o patrullajes. Es hablar de sensaciones, de memorias, de heridas. Por eso, escuchar a Dayra Bolaños, habitante del puerto, decir que "todo está bajo control" y que hay “buena seguridad para que los turistas se sientan confiados” no es solo un testimonio de coyuntura: es una declaración de esperanza. De una esperanza que ha aprendido a no ser ingenua, pero que aún persiste.

Luz Eliana Tróchez, visitante de Buga, lo resume sin retórica: “Nos han recibido bien y nos deja más tranquilos”. Esa tranquilidad —ese estado emocional que debería ser normal— aquí es celebrado. Porque en Buenaventura, caminar con confianza, comer junto al mar sin temor y mirar el horizonte sin sobresaltos es, todavía, un acto extraordinario.



Y mientras los visitantes llegan a Piangüita, a La Bocana o a Juanchaco, los rostros locales los reciben con más que sonrisas: los reciben con dignidad. María Teresa Hurtado, trabajadora turística, lo dice con claridad: “No se cohíban. Vengan a Buenaventura”. Sus palabras no suenan como una estrategia de promoción turística, sino como un ruego cargado de humanidad. Porque detrás de cada ceviche, cada cazuela de mariscos, cada trifásico servido por Liliana Hurtado en su restaurante, hay una historia de lucha, de arraigo y de resistencia.

Sin embargo, la Semana Santa pasará, como pasan las temporadas. Y la pregunta que resuena, con más fuerza que las olas, es: ¿qué pasará el lunes siguiente, cuando las cámaras se apaguen y los turistas regresen a casa?

Rodrigo Morán, otro habitante del puerto, parece tener la respuesta implícita: reconoce el cambio, el alivio momentáneo, pero sabe que esto apenas comienza. “Desde que llegó la Gobernadora, esto ha mejorado, ha mitigado mucho la violencia”. Pero lo dice como quien sabe que la historia de Buenaventura no puede volver a escribirse a medias.

El mensaje de esta Semana Santa no es solo que Buenaventura está lista para recibir turistas. El mensaje más profundo —y más urgente— es que Buenaventura merece ser vivida, no solo visitada. Merece presencia del Estado más allá de operativos puntuales. Merece inversión estructural, garantías reales, justicia restaurativa. Merece que el paraíso deje de ser un lugar donde la belleza resiste en silencio, y se convierta en un territorio donde vivir en paz no sea una excepción, sino la norma.

Porque Buenaventura no necesita promesas. Necesita permanencia. Y quizás esta Semana Santa sea el comienzo de algo más que una temporada: el comienzo de una nueva forma de habitar el territorio… sin miedo.


Redacción de RMC Noticias


0 Comentarios

cajon

RMC: Información, análisis, y veracidad en las noticias

Invitamos a todos aquellos interesados en promover la cultura, la creatividad y la sostenibilidad a ser parte de este movimiento. Juntos, podemos construir un futuro más equitativo, donde las voces de todas las comunidades sean una pieza clave en el relato del país.