Cali camina distinto: cuando el turismo se convierte en relato de dignidad

Por primera vez en mucho tiempo, la Comuna 20 no fue solo un lugar: fue una historia contada por sus propios protagonistas. Y el turismo, tantas veces asociado al consumo rápido de lo exótico, se convirtió en herramienta de resignificación, de escucha, de encuentro

Cali camina distinto: cuando el turismo se convierte en relato de dignidad
    Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali

   
En una ciudad marcada por sus contrastes, Cali empieza a caminar distinto. Ya no desde la prisa que traza fronteras invisibles entre el centro y la periferia, sino desde una decisión más lenta, más honesta: habitar el relato de los otros sin pretensión de corregirlo. Escuchar con los pies, mirar con el cuerpo. Así se sintió este recorrido por la Comuna 20, un lugar que durante años fue nombrado desde el miedo, y que ahora se atreve a narrarse desde la esperanza.

Lo que inició como una caminata organizada por la Secretaría de Turismo Distrital durante Semana Santa, terminó siendo mucho más que eso: un ejercicio de dignificación colectiva, una pedagogía del reconocimiento. Más de 70 personas recorrieron las calles de Siloé no para "descubrir un lugar exótico", sino para encontrarse con una comunidad que ha decidido tomar las riendas de su historia, y contarla con voz propia.

No es turismo, es narrativa viva

Hablar de turismo suele evocar hoteles, consumo, entretenimiento. Pero en la Comuna 20, esa palabra se despoja de su lógica extractiva y se convierte en un medio de construcción social. Aquí, los guías no vienen de afuera: son jóvenes del barrio. Las rutas no están diseñadas por consultoras internacionales, sino por líderes comunitarios que saben qué contar y cómo contarlo. Se trata de memorias, de luchas, de una historia tejida en colectivo que por fin tiene espacio para respirar.

La cancha La Amistad, el comedor comunitario, el mirador de La Estrella o la Calle de la Poesía ya no son solo puntos de interés: son estaciones de memoria, de transformación, de resistencia cotidiana. Espacios que nos obligan a preguntarnos cómo se ve una ciudad que empieza a escucharse desde abajo.

Cali camina distinto: cuando el turismo se convierte en relato de dignidad
        Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali

Turismo con ética del cuidado

Lo que más impacta de estos recorridos no es su organización —aunque es impecable—, ni su belleza paisajística —aunque la tiene—, sino su ética. En cada paso, en cada historia contada por los guías locales, hay una invitación a hacer turismo desde el cuidado, no desde la apropiación. A consumir menos y comprender más. A dejar algo más que una fotografía: dejar presencia, escucha, posibilidad.

No se trata de “mostrar que Siloé es seguro”. Se trata de reconocer que siempre ha sido hogar, comunidad, dignidad. Que lo peligroso ha sido el estigma, la mirada sesgada, la distancia construida desde la comodidad.

Cuando el turista deja de mirar desde arriba

Historias como la de Juliana Cabrera o José Franklin Solarte, quienes se atrevieron a caminar sin prejuicios y salieron transformados, dan cuenta de un cambio real. Ya no es el turista que llega a consumir una experiencia, sino la persona que se deja atravesar por la experiencia de otros. Porque caminar por Siloé es aceptar que no hay periferia sin centro, ni centro sin periferia.

Y si algo ha quedado claro con este ejercicio de turismo consciente es que la seguridad no se impone con fuerza: se construye con presencia, con intercambio, con respeto mutuo.

La ciudad como espacio pedagógico

El recorrido cerró en el Ecoparque de Cristo Rey, otro símbolo resignificado. Un espacio que representa no el punto final, sino el comienzo de algo más grande: la posibilidad de que toda la ciudad se convierta en aula abierta, donde la historia no se imparta desde el museo, sino desde la calle, desde la vida vivida.

Ese mismo espíritu se extendió por la tarde hacia el centro histórico, donde más de 100 personas recorrieron templos y calles con una nueva disposición: mirar sin exotizar, observar sin apropiarse, aprender sin interrumpir. Una práctica de turismo que, más que ruta, se vuelve ritual de encuentro.

¿Y si entendemos el turismo como una política de paz urbana?

Este tipo de iniciativas son mucho más que programas turísticos. Son estrategias de reconstrucción simbólica, antídotos contra el olvido y el prejuicio. Una ciudad que camina junta, que se atreve a mirar a sus barrios sin temor, que construye puentes donde antes hubo muros, está haciendo política. Está haciendo paz.

No es una casualidad que este modelo esté floreciendo en Cali. Una ciudad que ha aprendido a bailar con sus heridas, a resistir desde la cultura, a mirar de frente sus contradicciones. Y que, quizás por eso mismo, sabe que el futuro no se construye con discursos, sino con pasos compartidos.

Porque en un país donde lo comunitario ha sido relegado por lo privado, donde la historia oficial ha silenciado tantas voces, que una Comuna se narre a sí misma y convoque a otros a escucharla, es un gesto profundamente revolucionario.


Redacción de RMC Noticias

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