Cali camina: un sendero entre el concreto y la esperanza

La ciudad no solo abre un espacio natural, sino una nueva manera de habitarla

  Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali

Cali, ciudad de contrastes y resiliencias múltiples, da un paso —literal y simbólico— hacia un futuro más humano: la apertura del nuevo sendero verde de 2.6 kilómetros en el corazón de la ciudad no es solo una noticia de infraestructura, es una declaración de principios. Porque en medio de una urbe donde la expansión inmobiliaria y el abandono de lo público han dejado cicatrices profundas, devolverle a la ciudadanía un espacio natural es mucho más que una obra: es un acto de reparación.

Ubicado entre la parte trasera del Hospital Universitario del Valle y la Avenida Circunvalar, este corredor natural de más de 60.000 metros cuadrados es una bocanada de aire —física y simbólicamente hablando— en una ciudad que por años vio cómo sus quebradas se entubaban, sus cerros se invadían y sus parques se abandonaban. Caminar por este sendero es también recorrer una historia de lo que Cali pudo ser y aún puede recuperar: el derecho al paisaje, a la naturaleza compartida, al silencio necesario para pensar la ciudad que queremos habitar.

La ciudad que se sueña y se planta

“Le estamos devolviendo a Cali lo que por años le fue negado”, afirmó el alcalde Alejandro Eder al entregar la obra. Y no es una frase menor. En un momento donde lo público muchas veces se reduce a discursos administrativos o metas presupuestales, este tipo de apuestas por el hábitat como derecho colectivo invita a otra forma de gobernar: una que no olvida que la salud mental también se construye con árboles, que la seguridad se siembra con presencia estatal en lo verde, y que la vivienda digna comienza por los entornos.

María del Mar Mozo Muriel, secretaria de Vivienda Social y Hábitat, fue clara: “El hábitat también es parte de la vivienda”. Y ahí hay una tesis crucial. No se trata solo de construir casas sino de recomponer el tejido urbano para que vivir sea más que sobrevivir. Este sendero, abierto todos los días desde las 6:00 a.m. hasta el mediodía, invita a reconectar no solo con la naturaleza, sino con una noción más integral de ciudadanía.

Una inversión con raíces profundas

La inversión de $48.000 millones realizada por la Alcaldía puede parecer alta, pero en un país donde los metros cuadrados de cemento se celebran más que los de selva protegida, resulta alentador que una administración decida invertir en infraestructura verde. No es gasto: es siembra. No es ornamento: es salud, es turismo, es cuidado.

Como señaló Mábel Lara, secretaria de Desarrollo Económico, este espacio cuenta con guías y guardabosques, y se proyecta como un atractivo turístico. Pero incluso más allá del turismo, el valor real de este sendero es que rompe con la idea de que la naturaleza está afuera de la ciudad. Aquí, entre los cerros y la urbe, se teje un puente simbólico entre lo urbano y lo rural, lo moderno y lo ancestral, lo necesario y lo olvidado.




Entre el símbolo y el reto

El sendero no conecta todavía con Cristo Rey, aunque el proyecto a futuro contempla esa integración. Pero su valor no depende de una conexión futura. Su fuerza está en el presente: en haber recuperado lo que parecía perdido, en haber ordenado contratos y revivido obras dormidas, como señaló el secretario de Gobierno, Diego Hau.

Por eso, más que una simple intervención urbana, este nuevo sendero es una pieza clave en un relato más amplio: el de una ciudad que intenta reconciliarse consigo misma. Que entiende que el verde no es un lujo, sino una urgencia. Que sabe que las caminatas también son una forma de ciudadanía, y que los espacios naturales no deben ser exclusividad de unos pocos, sino derecho de todos.

El desafío de sostener lo verde

El Dagma estará a cargo del mantenimiento. Eso, por supuesto, es apenas el comienzo. Lo que viene es el verdadero reto: garantizar que este espacio no sea una joya efímera, sino un patrimonio cotidiano. Que no se convierta en otra promesa que se marchita. Que sea cuidado no solo por la institucionalidad, sino por una ciudadanía consciente de su valor.

Porque este sendero es también una metáfora de lo que Cali necesita: caminos que se abren entre la selva de cemento, rutas seguras donde antes solo hubo maleza y miedo, pasos firmes hacia un futuro donde lo colectivo importe más que el cálculo electoral.

Cali camina: un sendero entre el concreto y la esperanzaCali camina: un sendero entre el concreto y la esperanza
    Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali

Caminar es también resistir

Hoy Cali camina. Y ese gesto simple —un paso, una respiración, una pausa en la sombra de un árbol— puede ser profundamente transformador. Este sendero no es solo verde: es político, poético y necesario. Es el testimonio de que otra ciudad es posible. Y que, para construirla, hay que empezar por pisar la tierra.


Redacción de RMC Noticias

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