Un adiós que unió al mundo en torno a un legado de humildad, paz y justicia
Santa misa exequial del difunto Romano Pontífice Francisco, 26 de abril de 2025. (VATICAN MEDIA Divisione Foto)
Redacción de RMC Noticias | Abril 2025
Una partida que trasciende lo religioso
La mañana del 26 de abril de 2025, el corazón espiritual del mundo católico se llenó de silencio y solemnidad. En la Plaza de San Pedro, epicentro del Vaticano y símbolo del cristianismo global, el Papa Francisco fue enterrado en una doble ceremonia que combinó la intimidad de lo espiritual con la magnitud de lo histórico. Lo que allí ocurrió no fue solo un acto litúrgico: fue un evento humano, diplomático y simbólico que reunió al mundo entero en torno a una figura cuyo impacto desbordó con creces las fronteras de la Iglesia.
Una ceremonia sin precedentes: la geopolítica al servicio del alma
La misa fúnebre, presidida por el cardenal Giovanni Battista Re, decano del Colegio Cardenalicio, reunió a más de 200.000 personas en la Plaza de San Pedro. La ceremonia fue una coreografía cuidadosamente equilibrada entre lo sacro y lo político. No se trató de una exaltación papal, sino de una celebración del mensaje que Francisco encarnó: un llamado urgente a la justicia social, la humildad en el poder y el cuidado de los más olvidados.
Al menos 114 países estuvieron representados en la despedida al Pontífice, incluidos 60 jefes de Estado y 30 jefes de gobierno. Entre los asistentes destacaron el presidente de EE.UU., Donald Trump, y su esposa Melania, así como los reyes de España, Felipe VI y Letizia. La disposición de los invitados siguió un protocolo basado en el orden alfabético de los países en francés, lo que ubicó a Trump y Melania en la primera fila, junto a importantes aliados de Ucrania como los presidentes de Finlandia y Estonia.
Momentos clave del pontificado: viajes, documentos, gestos que marcaron un antes y un después
Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latinoamericano y jesuita, cambió el rostro del papado sin alterar su esencia. Desde su elección en 2013, se distanció del boato eclesiástico, prefiriendo gestos sencillos: un anillo pastoral de acero, zapatos negros de calle, una vida austera en la Casa Santa Marta.
Pero su revolución no fue estética, sino moral. Francisco habló con claridad sobre temas como la migración, el cambio climático, la corrupción y la desigualdad. Fue incómodo para los poderosos, dentro y fuera de la Iglesia. Denunció la “globalización de la indiferencia” y pidió una Iglesia "pobre para los pobres". Su liderazgo se tejió más con acciones que con decretos: visitó cárceles, lavó los pies de refugiados, abrazó a víctimas de abuso.
Detalles del funeral: lecturas, música, símbolos usados, personas que hablaron
La misa fúnebre fue una celebración del mensaje que Francisco encarnó: un llamado urgente a la justicia social, la humildad en el poder y el cuidado de los más olvidados.
La primera lectura, en español, era del Libro de Isaías: "¿Es acaso la vasija su artífice?" El salmo, el más breve, el 22, muy común en funerales: "El Señor es mi pastor, nada me falta". La segunda lectura, en inglés, de la primera carta de San Pedro, sobre la resurrección en Cristo, "aunque sea preciso sufrir ahora un poco, como el oro se aquilata al fuego". El Evangelio de San Lucas, proclamado en italiano, sobre los dos ladrones: "Hoy estarás conmigo en el Paraíso" y "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu".
La música fue solemne y emotiva, con piezas clásicas interpretadas por la Capilla Sixtina. Entre los símbolos utilizados destacó el sencillo ataúd de madera revestido de zinc, acorde con la voluntad del Papa de evitar ostentaciones.
Una despedida plural para un Papa universal
El funeral del Papa Francisco fue más que una ceremonia religiosa: fue un espejo del mundo actual. Entre los asistentes había líderes musulmanes, rabinos, budistas, agnósticos, ambientalistas y activistas sociales. Lo unificador no fue la fe, sino el respeto por una figura que supo hablar con la verdad desde una silla donde pocos se atreven a romper el silencio.
No hubo panegíricos triunfalistas, sino reflexiones serenas sobre su papel en un siglo fragmentado. Su muerte no cerró una etapa, sino que abrió preguntas urgentes: ¿quién tomará su lugar con la misma valentía moral? ¿Está la Iglesia —y el mundo— lista para continuar su obra?
Un eco que perdura
Mientras los acordes del Réquiem se desvanecían bajo las bóvedas de San Pedro, algo quedó claro: el Papa Francisco no será recordado solo como un líder religioso, sino como un testigo de lo humano. Su legado está escrito menos en encíclicas y más en gestos vividos: en cada migrante acogido, en cada dignidad restaurada, en cada poder interpelado.
La tumba donde reposa su cuerpo no es un punto final. Es una coma, una pausa solemne que invita a mirar el mundo con los ojos con los que él lo miró: desde abajo, desde los márgenes, con compasión.
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