Una despedida solemne al Pontífice de los gestos sencillos
Foto: prensa vaticano
En el corazón de la cristiandad, bajo las bóvedas silenciosas de la Basílica Vaticana, se selló esta noche el féretro del Papa Francisco. Una ceremonia íntima, antigua y cargada de símbolos, marcó el cierre de una vida entregada al servicio pastoral, la humildad y la reforma.
Una ceremonia milenaria en el Altar de las Confesiones
A las 20:00 horas, el sonido litúrgico rompió el silencio de San Pedro. El Cardenal Kevin Farrell, camarlengo de la Santa Iglesia Romana, presidió el rito de clausura del féretro en el Altar de la Confesión, un lugar que guarda los restos del apóstol Pedro y desde donde se despiden los sucesores de su cátedra.
Allí, entre las columnas que han presenciado siglos de historia papal, se desarrolló este rito reservado, conforme al Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, el protocolo funerario de los pontífices. Familiares cercanos del Papa, junto a miembros del Capítulo de San Pedro y autoridades eclesiásticas, estuvieron presentes en recogimiento. La vigilia continuó a lo largo de la noche.
El Rogito: testimonio sellado de una vida pontificia
En un momento central del rito, se leyó el Rogito, un documento redactado en latín que sintetiza los hitos del pontificado de Francisco: su elección, sus encíclicas, sus viajes, su reforma de la Curia, su insistencia en la sinodalidad y su opción preferencial por los pobres. Este escrito fue luego introducido en un tubo metálico sellado con el emblema de la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.
Junto a él, fueron colocadas monedas y medallas acuñadas durante su pontificado, signos tangibles del paso del Papa por la historia de la Iglesia.
El velo blanco: símbolo de la paz final
Con una solemnidad silenciosa, se colocó un velo blanco sobre el rostro del Santo Padre. Es el último gesto de intimidad, un símbolo de la dignidad y el misterio del cuerpo, que ahora aguarda la resurrección prometida.
El ataúd fue cerrado cuidadosamente. Sobre él se fijaron la cruz, el escudo papal y una placa de identificación con su nombre, los años de su vida y los de su ministerio como Obispo de Roma.
Más allá del protocolo: un legado espiritual
Aunque la liturgia sigue un protocolo meticuloso, cada gesto del rito encierra una dimensión teológica y pastoral. En la clausura del féretro no solo termina un pontificado; se afirma también una continuidad: la Iglesia que permanece, ora, y espera.
El Papa Francisco, que hizo de la misericordia su bandera, es ahora confiado a la memoria de la Iglesia que él mismo ayudó a renovar. Un Papa del sur del mundo, que eligió el nombre del poverello de Asís y que partió sin estridencias, como vivió: en lo esencial.
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