Opinión | Un papado que incomodó al poder

La muerte de Francisco pone a la Iglesia y al mundo frente a un espejo que ya no pueden evitar

Opinión | Un papado que incomodó al poder
    Foto: Prensa vaticano 


Por: Pauina Arango M

El 26 de abril de 2025, el Vaticano se convirtió en el centro de una despedida sin precedentes. No fue solo la muerte de un Papa. Fue el cierre simbólico de una etapa histórica que desafió las lógicas del poder eclesial, sacudió la diplomacia global y obligó a las conciencias cómodas a moverse. El funeral de Francisco fue, como todo en él, un gesto político, espiritual y profundamente humano.

Un liderazgo moral sin precedentes

No hay cifras que puedan capturar el impacto real de lo que ocurrió ese día. Aun así, conviene anotarlas: más de 200.000 personas llenaron la Plaza de San Pedro; 114 países enviaron delegaciones; 60 jefes de Estado y 30 jefes de gobierno estuvieron presentes. Asistieron rabinos, imanes, monjes budistas, líderes sociales, figuras laicas. No fueron convocados por un dogma, sino por una coherencia ética pocas veces vista en el liderazgo contemporáneo.

Francisco fue, desde su primer día, un Pontífice que eligió incomodar antes que complacer. Su austeridad no fue una pose. Su cercanía con los más excluidos no fue una estrategia de imagen. Su crítica a los abusos del poder —dentro y fuera de la Iglesia— no fue coyuntural. Fue un proyecto de vida y de fe.

El legado de un reformador moral

Lo que incomodó de Francisco no fueron sus reformas visibles, sino las invisibles. No fue su rechazo al boato litúrgico ni su residencia en la Casa Santa Marta. Fue su forma de mirar el mundo. Su insistencia en que la Iglesia no debe ser un bastión de certezas sino un hospital de campaña. Que el poder debe ejercerse con humildad o no ejercerse en absoluto. Que la espiritualidad no puede ser indiferente ante la desigualdad.

Durante más de una década, Francisco tensó los límites del aparato vaticano. Dio voz a mujeres, pueblos originarios, refugiados, víctimas de abuso. Y con cada gesto, obligó a una institución milenaria a mirarse al espejo.

El desafío del próximo cónclave

Con su partida, la Iglesia entra en un terreno incierto. El próximo cónclave será más que una elección papal: será una declaración de intenciones. ¿Seguirá la Iglesia el camino abierto por Francisco o buscará el alivio de una restauración?

No es un secreto que muchas de sus reformas despertaron resistencias dentro del Vaticano. Que su forma de ejercer el poder desactivó alianzas, privilegios, complicidades. Y aunque más del 70% de los cardenales fueron nombrados por él, eso no garantiza un sucesor en sintonía con su visión. El Espíritu Santo no siempre habla claro, y el poder humano tiende a defenderse.

La pregunta incómoda

Su funeral no resolvió nada. Dejó una pregunta flotando: ¿estamos listos para continuar lo que él comenzó? Porque lo que Francisco dejó no es un modelo a imitar, sino un estándar ético difícil de sostener. La Iglesia, la política, los medios, nosotros mismos… todos fuimos desafiados por su estilo de liderazgo: uno que no se basó en la autoridad impuesta, sino en la autoridad reconocida.

Hoy, su tumba en San Pedro no nos invita a mirar hacia el pasado. Nos empuja hacia adelante, a preguntarnos qué tipo de Iglesia, de mundo y de humanidad queremos ser.

La historia lo recordará como un Papa. Nosotros, como un referente moral. Y eso, en estos tiempos, es mucho más.

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