A media hora del asfalto, caminan los pumas

Un hallazgo de cámaras trampa revive la conversación sobre biodiversidad, ciudad y cuidado colectivo

A media hora del asfalto, caminan los pumas

   Foto: Prenasa CVC 


Por Redacción RMC Noticias 


Naturaleza viva, no tan lejos como creemos

A treinta minutos de Cali, un puma camina. Lo hace en silencio, de noche, como han caminado generaciones antes de él. Lo acompaña un tigrillo. Cerca, entre la hojarasca, se mueven guaguas, guatines, armadillos y perdices. No son fantasmas ni postales exóticas: son parte del ecosistema vivo que, en pleno siglo XXI, sobrevive —y resiste— en el Centro de Educación Ambiental El Topacio, en el Distrito de Manejo Integrado de Pance.

Este no es un reporte cualquiera. No es la típica nota de “avistamiento raro” ni el lugar común de “fauna salvaje cerca de la ciudad”. Lo que las cámaras trampa instaladas por la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) han captado en apenas diez días —más de 3.000 registros— es, en realidad, una alerta silenciosa pero potente. Un llamado urgente a repensar la relación entre lo urbano y lo natural. Entre quienes habitan la ciudad, y quienes aún habitan sus bordes.

El bosque observa

Cinco cámaras, instaladas como parte del ingreso del Valle del Cauca a la Red Otus —la primera red nacional de cámaras trampa del mundo—, bastaron para mostrar lo evidente: la vida silvestre no es cosa del pasado. Está ahí, donde le damos espacio, alimento y tranquilidad. En 30 hectáreas administradas por la CVC, los sensores de movimiento detectaron especies que solo prosperan en ambientes bien conservados. No se trata de suerte. Se trata de equilibrio.

A media hora del asfalto, caminan los pumas

Foto: Presnsa CVC


El puma, depredador tope. El tigrillo, sigiloso y elusivo. Los guatines y guaguas, especies de presa. La cadena trófica está completa. Eso dicen los biólogos, pero lo que subyace en esos datos va más allá de lo técnico: es la confirmación de que aún hay territorios donde la vida natural puede suceder con dignidad.

La sorpresa no debería sorprendernos

Que esto cause sorpresa es parte del problema. Que nos asombre ver fauna donde debería estar, nos habla más de nuestro distanciamiento que de la noticia en sí. Porque el hallazgo revela tanto como oculta: muestra la biodiversidad, sí, pero también nos recuerda lo fácil que ha sido olvidar que vivimos en un territorio compartido.

“Estos animales no nos están invadiendo. Están regresando donde alguna vez estuvieron siempre”, dice con claridad Marco Antonio Suárez, director general de la CVC. Su afirmación no es menor. En tiempos donde la expansión urbana avanza con más fuerza que la reflexión ambiental, reconocer que no estamos solos en el territorio es casi un acto político.

Entre la fascinación y la responsabilidad

El hallazgo también expone una contradicción: nos fascina la idea de convivir con lo silvestre, pero nos cuesta asumir las responsabilidades que esa convivencia implica. Las autoridades ambientales han sido enfáticas: no se trata de evitar las visitas a El Topacio, sino de hacerlas con conciencia. Horarios adecuados, cero residuos, respeto a los senderos. Nada extraordinario. Solo sentido común.

Porque aunque hoy la cámara nos muestra un puma, mañana podría mostrar su ausencia. Y esa posibilidad debería incomodarnos más que el miedo a encontrarlo. No hay registro más trágico que el de una ausencia anunciada.

Tecnología con propósito, datos con alma

El proyecto no se agota en cinco cámaras. En total, serán 240 las que se instalarán en zonas protegidas y en áreas en proceso de declaratoria. Detrás del lente hay ciencia, pero también voluntad institucional. Y detrás de cada imagen, hay un relato en disputa: el de un país que aún puede elegir si quiere proteger su patrimonio natural o dejarlo desaparecer lentamente.

Las imágenes se procesan a través de Wildlife Insights, una plataforma que, con apoyo de inteligencia artificial, identifica y organiza los registros de manera eficiente. Esto permite que el conocimiento generado no se quede en el asombro anecdótico, sino que sirva para diseñar políticas, corregir decisiones, anticipar daños.

No es un dato. Es una oportunidad narrativa

Que un puma camine cerca de Cali no debería ser solo un dato. Debería ser un punto de inflexión. Un relato que nos invite a ver la ciudad no como frontera, sino como parte de un todo ecológico más amplio. La conservación no puede seguir siendo un asunto periférico. Tiene que convertirse en el centro de nuestra conversación sobre desarrollo.

Cali, que tantas veces ha sido leída desde sus tensiones urbanas, tiene aquí la posibilidad de construirse también desde su capacidad de cuidar. Cuidar el bosque. Cuidar el agua. Cuidar lo que aún no ha sido destruido.

La pregunta que queda

¿Qué veremos cuando estén activas las 240 cámaras? ¿Cuántas especies habrán regresado en silencio, esperando no ser desplazadas otra vez? ¿Seremos capaces de mirar con más respeto esta vida que ocurre sin hacernos ruido?

Las cámaras trampa no capturan animales. Capturan señales. Y las señales, si se ignoran, también se apagan.


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