Cuando la Plaza respira fe: así vivieron los fieles el anuncio de León XIV

Entre lágrimas, celulares en alto y rezos susurrados, miles presenciaron un momento que para muchos es historia viviente

Cuando la Plaza respira fe: así vivieron los fieles el anuncio de León XIV
      Imagen pantallazo video vaticano 

Por Redacción| Ciudad del Vaticano, 8 de mayo de 2025

El humo blanco que hizo llorar a la multitud

No fue solo un ritual. Fue un latido colectivo.
A las 11:10 a.m. (hora Colombia), la chimenea de la Capilla Sixtina habló con el mundo: fumata blanca. Y como un reflejo coreografiado por la historia, miles de personas —jóvenes, ancianos, turistas, religiosas, migrantes, periodistas— alzaron la mirada al cielo romano, algunos con las manos juntas, otros con el celular temblando entre los dedos.

Muchos lloraron. Otros aplaudieron. Algunos simplemente se quedaron en silencio.
Lo que ocurrió este 8 de mayo en la Plaza de San Pedro no fue solo la elección de un papa. Fue un momento de pertenencia, de búsqueda y de esperanza para millones.
Cuando la Plaza respira fe: así vivieron los fieles el anuncio de León XIV
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Esperando un nombre, un rostro, una voz

Durante casi una hora, la multitud esperó. Las campanas repicaban como un eco del pasado. En ese intervalo, la Plaza no fue solo un lugar físico, sino una especie de santuario abierto donde convivieron la fe y la curiosidad, la emoción y el asombro.

Y entonces, apareció el cardenal Dominique Mamberti en el balcón. Con voz firme, proclamó:
“Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam!”

Las siguientes palabras rompieron la tensión:
Robert Francis Prevost... que ha tomado el nombre de León XIV.

Las primeras palabras de León XIV: cercanía y continuidad

Cuando León XIV apareció por fin, la ovación fue espontánea y masiva.
No llevaba gestos grandilocuentes. Su mirada era serena. Su voz, pausada, con un español fluido y acento americano, reflejaba su pasado latinoamericano.

Dijo que venía con el corazón lleno de gratitud, que pedía oración por él, pero sobre todo, que quería “ser un puente” entre un mundo dividido y una Iglesia herida que debe sanar sin miedo.
Pidió unidad. Nombró la palabra “misericordia” más de una vez. Habló de continuar lo sembrado por Francisco. Agradeció a Perú, tierra donde fue misionero. Fue un discurso breve, pero cargado de símbolos.





El pueblo creyente: entre devoción y celulares

Mientras hablaba, las cámaras grababan, pero también las lágrimas corrían sin pudor. Un grupo de jóvenes brasileños rezaba el rosario. Un hombre mayor mostraba en videollamada a su madre lo que pasaba. Algunos tomaban fotos con manos temblorosas. Otros, simplemente miraban sin decir nada.

“Vine solo de paso, y me voy habiendo visto al nuevo papa. Esto es algo que le contaré a mis nietos”, decía Miguel, un mexicano que viajó a Roma por trabajo.
Clara, una monja argentina, no contenía la emoción: “Francisco nos enseñó a amar sin juzgar. Ojalá León XIV siga ese camino”.

Un nuevo rostro, la misma búsqueda

La elección de un papa es, ante todo, un acto profundamente humano en medio de una estructura milenaria. La gente que estuvo en la Plaza no presenció solo el anuncio de un líder espiritual. Presenció el nacimiento de una figura que influirá en los dilemas morales, sociales y políticos del mundo contemporáneo.

Pero para quienes alzaron los ojos al cielo y vieron salir el humo blanco, lo importante era otra cosa: creer que, aún en un mundo saturado de cinismo y ruido, todavía hay lugar para la emoción compartida, para el silencio reverente, y para la esperanza.


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