Emergencias en Cali: entre la tormenta y la falta de prevención, el riesgo persiste como rutina

Deslizamientos, viviendas afectadas y árboles caídos: el verdadero rostro de la tormenta en la zona rural y urbana de Cali

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                         Imagen: Pantallazo de video 
               
Redacción de RMC Noticias |

Cali/ mayo de 2025

Lo que ocurrió en Cali tras la tormenta del sábado no puede explicarse únicamente como un fenómeno natural. Sí, hubo una lluvia intensa. Sí, se registraron inundaciones, deslizamientos y árboles caídos. Pero lo que realmente se desbordó —una vez más— fue la fragilidad de una ciudad que convive con el riesgo como si fuera parte de su paisaje urbano y rural.

El balance de daños, emitido por la Secretaría de Gestión del Riesgo, revela datos concretos: dos viviendas afectadas en Montebello, deslizamientos en zonas rurales, seis árboles volcados en plena ciudad y problemas de energía y movilidad en múltiples puntos. Pero más allá del conteo, lo que exige atención es la estructura que permite que estas emergencias se repitan sin aprendizaje.

La ciudad donde la lluvia no sorprende, pero siempre colapsa

El aguacero comenzó poco antes de la 1:00 p.m., trayendo consigo un torrente que alcanzó su pico hacia las 3:30 p.m. Fue breve, pero suficiente para poner en evidencia la vulnerabilidad acumulada.

En la Comuna 20, las calles se convirtieron en canales improvisados. En Los Andes y La Buitrera, los reportes de afectación comenzaron a llegar mientras caía la tarde. En Montebello, una zona históricamente marginada, dos hogares sufrieron daños por deslizamientos.

Es imposible no preguntarse: ¿cuántas veces debe repetirse la historia para que deje de ser rutina?

Gestión del Riesgo: ¿reacción o prevención?

Nicolás Suárez, subdirector de Gestión del Riesgo en Cali, aseguró que los organismos de socorro y las entidades distritales respondieron de forma oportuna a los llamados ciudadanos. Pero en una ciudad donde cada aguacero deja tras de sí un mapa de emergencias, la prontitud no puede ser el único criterio de éxito.

El riesgo no debería gestionarse únicamente cuando ya se ha manifestado.
¿Dónde están las inversiones en infraestructura preventiva?
¿Dónde está el refuerzo de taludes, el mantenimiento de drenajes, la vigilancia permanente de zonas críticas?

Lo urgente ha desplazado a lo importante. Y mientras tanto, los barrios periféricos pagan el costo más alto.

Montebello: una postal del olvido estructural

El caso de Montebello no es nuevo ni aislado. Es una constante dentro del mapa de riesgos rurales de Cali. Allí, donde el acceso a servicios básicos ya es limitado, las lluvias no solo afectan techos y muros, sino también proyectos de vida que ya estaban en el borde.

La afectación de dos viviendas puede parecer un dato menor en un boletín institucional, pero para quienes habitan esas casas, es una pérdida total. La emergencia revela no solo un deslizamiento físico, sino una caída simbólica del sistema de protección que debería haber actuado antes de que la montaña cediera.

Lo natural no exime lo político

Cada vez que se menciona el término "fenómeno natural", hay que preguntarse qué hay detrás de esa etiqueta. Las lluvias no son evitables. Pero la magnitud del daño que causan sí lo es.

Cuando se construye sin planificación, cuando se urbaniza sin regulación, cuando se gobierna sin anticipación, el riesgo deja de ser natural y se convierte en político. Y en ese punto, lo inevitable ya no es la lluvia: es la negligencia.

¿Estamos aprendiendo algo?

Las emergencias deberían ser momentos para revisar políticas, actualizar mapas de riesgo, reordenar prioridades presupuestales. Pero en Cali, como en muchas otras ciudades de Colombia, las lluvias parecen haber sido absorbidas por la costumbre.

¿Estamos condenados a repetir la misma secuencia de colapso-respuesta-cierre-olvido?
¿O llegará el momento en que entendamos que prevenir no es un gasto, sino una garantía?

La ciudad que merecemos: más allá de la tormenta

Lo que necesitamos no son solo respuestas más rápidas, sino una ciudad que deje de correr detrás de las emergencias. Una Cali que se anticipe, que escuche las advertencias de su geografía, de su clima y, sobre todo, de su gente.

Porque cada lluvia que inunda una calle, cada árbol que cae sobre una vía, cada casa que se desliza por una ladera, no es solo una tragedia climática. Es un recordatorio incómodo de que la verdadera emergencia es la indiferencia.


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