Un documental que no solo celebra la música, sino que cuestiona el futuro del legado salsero en Cali y más allá
Redacción RMC Noticias / 29 de mayo de 2025
El reciente estreno del documental La Salsa Vive en las salas de Cine Colombia, en la ciudad de Cali, es un hito que va más allá de la cinematografía. No se trata simplemente de un filme que repasa los orígenes de la salsa en Nueva York ni de una apología a su evolución caleña. Lo que se vivió fue una reafirmación cultural. Un momento de conciencia sobre el lugar que ocupa la salsa en el imaginario colectivo de la ciudad y del país, pero también una interpelación: ¿qué estamos haciendo realmente para mantener vivo este legado?
Cali como epicentro: entre el orgullo y la urgencia
La película —coproducida por Telepacífico y apoyada por la Gobernación del Valle del Cauca— no solo pone en escena la historia de la salsa, sino que articula voces que desde hace décadas la encarnan. Rubén Blades, Henry Fiol, Ángel Lebrón, Alfredo Linares, el Grupo Niche... son nombres que resuenan en el documental y que, desde distintas geografías, reconocen lo que ha sucedido en Cali: no solo una apropiación del género, sino su reinvención.
Sin embargo, ese mismo reconocimiento enciende las alarmas. “Si no apoyamos a las escuelas de salsa, se va a perder el legado”, advirtió con claridad la gobernadora Dilian Francisca Toro. Esta frase, aunque emitida en un acto protocolario, nos obliga a mirar más allá de la celebración. ¿Cómo se preserva la tradición sin convertirla en museo? ¿Cómo se promueve sin instrumentalizarla?
Cine, identidad y patrimonio: más que una película, una estrategia
El filme dirigido por Juan Carvajal no es simplemente una obra audiovisual: es una jugada estratégica. Desde su estreno en Nueva York durante el festival Nuestros Sonidos hasta su lanzamiento en Cali, La Salsa Vive busca posicionar a la capital vallecaucana no solo como epicentro musical, sino como polo de creación cinematográfica.
En palabras de la gobernadora, este proyecto es una oportunidad para que Cali recupere su lugar como ciudad cinematográfica, una meta ambiciosa que exige infraestructura, políticas culturales sostenidas y formación local. Mostrar la diversidad cultural, étnica y gastronómica del Valle a través del cine es una propuesta poderosa, pero que debe escapar del riesgo de la autocomplacencia. No basta con mostrarnos al mundo; hay que preguntarse cómo nos mostramos y a quién sirve esa imagen.
La salsa como herencia viva… ¿o ritual institucional?
Alex Torres, cantante del Grupo Niche, habló de orgullo, de honor, de representar al maestro Jairo Varela. El director Carvajal insistió en que la salsa está en el ADN del pueblo caleño. Y, sí, eso es innegable. Pero también es cierto que esa herencia puede verse amenazada si se reduce a espectáculo, si se vuelve pretexto para discursos que no se traducen en acciones concretas.
Decir que “la salsa vive” no puede ser solo una consigna para aplaudir. Tiene que ser una invitación a actuar: a fortalecer la formación artística en los barrios, a financiar procesos comunitarios que sostienen la danza y la música sin reflectores, a dignificar a los músicos y bailarines que hoy sobreviven en condiciones precarias.
Un mensaje colectivo: trabajar como manos, no como dedos
Uno de los momentos más potentes del documental —según su director— es una reflexión de Rubén Blades: debemos aprender a trabajar como manos, no como dedos. La metáfora, sencilla pero elocuente, resume el espíritu que debería guiar cualquier apuesta cultural en nuestro país.
El éxito de La Salsa Vive como documental no radica solo en su calidad técnica o en la emotividad de su narrativa. Radica en su potencial para convertirse en catalizador de algo más grande: una movilización cultural, una reivindicación del trabajo colectivo, una resistencia simbólica ante la erosión de lo que nos define.
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