Pepe Mujica, el hombre que nunca dejó de ser pueblo. Murió a los 89 años el expresidente uruguayo, símbolo mundial de la dignidad política
La noticia llegó sin estridencias, como todo lo que rodeaba a su figura: José "Pepe" Mujica, expresidente de Uruguay, murió este 13 de mayo a los 89 años, rodeado de su familia y bajo cuidados paliativos. El cáncer, que le acompañaba desde hace años, terminó por cerrar un capítulo irrepetible de la política latinoamericana y mundial. Con él no solo se va un exmandatario, sino uno de los últimos referentes morales del progresismo con raíces en la tierra y los pies fuera del mármol del poder.
De guerrillero a jefe de Estado: la historia que no se repite
Su vida fue una crónica de contradicciones resueltas con ética. Exguerrillero tupamaro, preso durante más de una década, perseguido y torturado por la dictadura uruguaya, Mujica no renegó de su pasado, pero tampoco se quedó atrapado en él. Llegó a la presidencia (2010-2015) sin rencores y con una visión poco común: gobernar con humildad y hablar con franqueza, sin necesidad de disfrazar los ideales ni la austeridad.
“No soy pobre, soy sobrio”, dijo alguna vez desde su modesta chacra donde vivió toda su vida, incluso siendo presidente. Su discurso fue incómodo para los poderosos y entrañable para los de abajo. En tiempos de líderes que confunden lujo con liderazgo, Mujica eligió no tener chofer y donar gran parte de su sueldo.
Un legado que va más allá de Uruguay
Mujica no gobernó una potencia económica ni lideró desde los grandes organismos internacionales. Pero su palabra cruzó fronteras. Se volvió una referencia global por lo que decía —con fondo y sin maquillaje— y por lo que representaba: una política con principios, sin cinismo, sin espectáculo.
Sus discursos ante la ONU, donde denunció el consumo sin sentido y el modelo económico depredador, son todavía viralizados. Su crítica al egoísmo del sistema capitalista y su llamado a una vida más sencilla y humana tocaron fibras que trascienden ideologías.
En 2024, su salud comenzó a deteriorarse más rápidamente, y aunque se alejó de la vida pública, siguió enviando mensajes y cartas, como la que dirigió recientemente al presidente colombiano Gustavo Petro durante la cumbre de la Celac, instando a la unidad latinoamericana. Su voz, aunque debilitada físicamente, no se apagó en lo político.
Reacciones y despedida: el duelo de un continente
El presidente uruguayo Yamandú Orsi fue el primero en confirmar la noticia:
“Con profundo dolor comunicamos que falleció nuestro compañero Pepe Mujica. Presidente, militante, referente y conductor. Te vamos a extrañar mucho, Viejo querido”.
Las redes sociales se llenaron de homenajes y mensajes desde todos los rincones del continente. De gobiernos, ciudadanos, periodistas y activistas. Para muchos, Pepe era la conciencia de una izquierda que no necesitaba gritar para tener razón. Una figura que, sin dogmas ni caudillismos, fue capaz de liderar desde el ejemplo.
¿Qué queda tras su partida?
Pepe no pretendía responderlo todo. Solo vivir como pensaba, aunque eso significara ir contra la corriente. Por eso su muerte duele tanto: porque no abundan los políticos que prefieren un perro y una hamaca a un palacio. Porque no es fácil encontrar quien hable con firmeza, pero sin soberbia. Quien mande sin parecerlo.
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