La política colombiana y su costumbre de reciclar liderazgos sin renovar ideas
Foto: Prensa Roy Barreras
Cali/ mayo 4 de 2025
Un gesto que dice más que mil declaraciones
Roy Barreras, ex embajador de Colombia ante el Reino Unido, renunció irrevocable al cargo, efectiva el pasado 20 de mayo. No ha dicho que será candidato presidencial. No ha dicho que no. Y en la política colombiana, ese tipo de ambigüedad dice mucho.
La renuncia ha encendido los reflectores sobre una figura que, lejos de retirarse, parece volver —otra vez— al centro del escenario. Lo hace como ha hecho siempre: entre la táctica y la polémica, con paso seguro, sin confirmar intenciones, pero dejando claro que sigue allí.
¿Un gesto táctico o el preludio de una candidatura?
Hay que decirlo sin rodeos: la renuncia de Roy Barreras no es un acto neutro. Llega en un momento político cargado, en medio de los ajustes internos del petrismo, la búsqueda de nuevos rostros y el desgaste natural del actual gobierno. En ese contexto, cada movimiento de las figuras con recorrido —y ambición— adquiere una carga simbólica.
Barreras ha negado antes su interés en la presidencia. En octubre de 2024, dijo con claridad: “No soy candidato, no soy precandidato.” Pero en política, los desmentidos importan menos que las decisiones. Y su salida del cuerpo diplomático no se lee como una jubilación.
Roy Barreras: el político que nunca se va del todo
Barreras representa como pocos la elasticidad de la política colombiana. Ha militado en varios partidos, ha ocupado múltiples cargos y ha participado en momentos decisivos, como las negociaciones de paz con las FARC. A su favor juega su experiencia; en su contra, la percepción de ambigüedad ideológica.
Su capacidad de adaptación ha sido vista por algunos como versatilidad estratégica, y por otros como oportunismo sin ideología. En ambos casos, representa el tipo de liderazgo que, sin ofrecer renovación, logra mantenerse vigente gracias a la lógica cíclica del poder en Colombia.
Más que nombres, una estructura que se recicla
La posible candidatura de Barreras debe analizarse más allá del personaje. Lo que está en juego es el modelo mismo de liderazgo que impera en Colombia: figuras que se reinventan más por necesidad que por visión, elecciones en las que el menú se repite aunque cambien los platos, y una ciudadanía que elige entre lo conocido por falta de opciones reales.
Roy puede ser candidato. Puede incluso ganar. Pero lo importante no es él, sino lo que representa. Pero su figura encarna una falla estructural: seguimos girando alrededor de nombres que no encarnan un proyecto nuevo, sino una repetición con matices.Entre el petrismo y la autonomía: ¿dónde está Roy?
Hoy, Barreras se mueve en la franja intermedia entre el oficialismo y su propio proyecto. Fundador de La Fuerza de la Paz, aparece como una figura capaz de recoger simpatías dentro y fuera del petrismo, especialmente ante la falta de claridad en el relevo de liderazgo.
Si Gustavo Bolívar o María José Pizarro son los nombres visibles del progresismo electoral, Roy podría representar una opción más moderada, más institucional, más conciliadora... o más calculadora. Según cómo se mire.
Lo que no se dice también cuenta
La política no siempre se comunica con palabras. A veces basta con un movimiento en el tablero para reconfigurar el juego. Y Roy Barreras, al renunciar sin anunciar, ha vuelto a jugar.
Queda por ver si su rol será el de candidato, el de comodín táctico o el de orador de cierre en una democracia fatigada de repeticiones. Lo cierto es que mientras el país busca nuevos caminos, seguimos viendo los mismos rostros. Cambian los escenarios. Se mantiene el reparto. Y mientras el país exige cambios, la política responde con reencauches
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