Tras el revés en el Senado, el presidente anuncia que volverá al Congreso con una propuesta ampliada y un llamado a la movilización ciudadana
foto: Prensa presidencia
Por : Redacción RMC Noticias, 15 de mayo de 2025
El tablero político colombiano se sacudió nuevamente esta semana. Luego del hundimiento de la propuesta de consulta popular sobre derechos laborales en la plenaria del Senado, el presidente Gustavo Petro anunció que volverá a radicar la iniciativa, esta vez con una pregunta adicional relacionada con la reforma a la salud y con un llamado abierto a la movilización ciudadana.
En un país donde los pulsos institucionales se cruzan cada vez más con la calle, el anuncio no es menor: Petro no solo insiste, sino que lo hace apelando a la soberanía popular como motor político.
El Senado dijo no, Petro responde con más democracia directa
A través de su cuenta oficial en X (antes Twitter), el presidente escribió:
“El gobierno volverá a presentar la consulta popular con una pregunta adicional en salud. Pero, esta vez, ya el Senado la discutirá con el pueblo en las calles y carreteras, si así lo deciden las asambleas populares en los municipios”.
Con esta declaración, Petro abre una nueva fase del debate: ya no es solo el Congreso quien tendrá la última palabra, sino el pueblo organizado en cabildos y asambleas populares. Este lenguaje, aunque constitucionalmente ambiguo, revive una noción de participación política más directa, que evoca procesos de movilización ciudadana vividos en otros contextos de América Latina.
El llamado a la huelga general: ¿estrategia política o presión popular?
Petro no se limitó a anunciar la re-radicación del proyecto. Fue más allá. Convocó a asambleas populares desde el mismo jueves hasta el domingo, y puso sobre la mesa una palabra que pocas veces se escucha desde la Casa de Nariño: huelga general.
“Si aceptamos el fraude o vamos a ejercer el derecho a la huelga general. El derecho a huelga establecido en la Constitución no es decisión del gobierno, debe ser una decisión soberana del pueblo, que es el constituyente primario”.
Este tono marca un quiebre. No es simplemente una defensa del proyecto. Es una narrativa que posiciona al Congreso como un actor que podría estar traicionando la voluntad popular, y al Ejecutivo como el canal legítimo para que esa voluntad se exprese, incluso más allá de las urnas tradicionales.
Presunto fraude y voto limpio: otra grieta en la confianza institucional
En otro mensaje publicado en sus redes, el mandatario fue más allá al denunciar presuntas irregularidades en la votación del Senado:
“Hay indicios que muestran que presumiblemente hubo un fraude. Ya la justicia lo dirá. De nuevo ejerceré mi derecho constitucional y legal a presentar la consulta popular al Senado, para que se garantice una votación limpia”.
Aunque no ofreció pruebas concretas, la alusión a un supuesto fraude abre un nuevo frente de discusión pública, erosionando aún más la ya debilitada confianza en el Congreso y colocando al sistema judicial en un lugar incómodo: el de árbitro en una batalla política que desborda lo jurídico.
¿Consulta popular o plebiscito sobre el gobierno?
Lo que está en juego va más allá de las reformas. El debate se ha desplazado a un terreno más simbólico: ¿puede el presidente convocar al pueblo como contrapeso directo del Congreso? ¿Dónde termina la legalidad y comienza la legitimidad? ¿Estamos frente a una herramienta de participación o ante un plebiscito indirecto sobre el proyecto político de Gustavo Petro?
La consulta popular se perfila como una herramienta de polarización, pero también de definición. Si el Senado vuelve a decir no, y si las calles se llenan, no será solo una reforma lo que estará en discusión: será el modelo mismo de gobernabilidad.
¿Y ahora qué?
El lunes 19 de mayo, el presidente estará en el Paseo Bolívar de Barranquilla para, según sus palabras, “comunicar la decisión popular”. En paralelo, se espera que las asambleas municipales avancen y que el nuevo texto de la consulta sea radicado en el Congreso.
Lo cierto es que, más allá del resultado, Petro ha decidido no retirarse del tablero institucional sin pelear cada casilla. Su apuesta por combinar democracia representativa con movilización popular abre un camino incierto, pero profundamente político. Un camino donde las calles y las urnas vuelven a cruzarse, como ya ha ocurrido antes en la historia reciente del país.
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