China, Estados Unidos y América Latina: ¿Cómo jugar en un tablero que ya no es bipolar?
Por : Redacción RMC Noticias, 28 de mayo de 2025
Entre dos gigantes y américa latina
En el mapa económico y político de 2025, América Latina no es un terreno neutro. Tampoco es una pieza menor. Es un punto de intersección, un puente comercial, un recurso vital. Pero lo más relevante: es una región con poder de decisión si se piensa a sí misma con autonomía estratégica.
El relato sobre una América Latina obligada a elegir entre China y Estados Unidos es tan falso como peligroso. Porque, al contrario de lo que sugieren las narrativas geopolíticas binarias, lo real es triangular: Beijing necesita a América Latina; Washington también. Y nosotros necesitamos a ambos, pero desde una lógica de apertura múltiple, no de subordinación alternada.
Ni alternativa ni reemplazo: la expansión china en contexto
China no ha venido a “reemplazar” a Estados Unidos en América Latina. Ha venido a ocupar un espacio que Washington ha dejado vacante, desatendido o condicionado. La inversión china —más de 6.000 millones de dólares en proyectos de infraestructura, promoción industrial y cooperación financiera— no se presenta como caridad, sino como pragmatismo: rutas, puertos, energía, conectividad.
Y ese pragmatismo, para muchos gobiernos latinoamericanos, es más digerible que los históricos condicionamientos estadounidenses. Sin embargo, asumir que China representa una relación “sin costos” sería ingenuo. La influencia también se construye sin gritar. Y la dependencia puede disfrazarse de “neutralidad Sur-Sur”.
El equilibrio posible: abrir mercados sin cerrar puertas
Latinoamérica no debe elegir. Debe abrir. Abrir sus mercados estratégicamente hacia ambos lados. Cerrar la puerta a cualquiera de los dos sería una torpeza económica y una miopía política.
Estados Unidos —incluso en su repliegue o en sus tensiones internas— sigue siendo un socio comercial clave. Su economía no puede renunciar a América Latina. Sus agricultores, ganaderos, empresas tecnológicas y fabricantes de maquinaria dependen de las exportaciones hacia el sur.
Por su parte, China necesita importar minerales, alimentos, energía y acceso logístico para sostener su modelo económico y sus cadenas de producción. América Latina está en el centro de esas dos necesidades. ¿Por qué entonces seguir actuando como periferia?
TMEC, Chancay y el mapa oculto de la interdependencia
El caso de México y el TMEC refleja bien la tensión: la presencia de insumos chinos en autos mexicanos preocupa a EE. UU., pero México necesita esas piezas para sostener su industria. Al mismo tiempo, Perú inaugura el puerto de Chancay con inversión china, abriendo una vía directa al Pacífico para el comercio con Asia. Ambos movimientos son respuestas a la realidad: vivimos en una red de interdependencias inevitables.
La región no puede renunciar ni al norte ni al este. Pero sí puede —y debe— establecer reglas propias, proteger sus industrias, condicionar sus alianzas a beneficios tangibles y sostenibles.
Foto: portal andina.pe/Estados Unidos también necesita el triángulo
La narrativa del “giro proteccionista” de Washington no puede ocultar un hecho concreto: Estados Unidos también necesita comerciar con América Latina, y también depende de China. Su balanza agrícola, por ejemplo, está directamente ligada a mercados como el chino y el latinoamericano. El aislamiento comercial no es sostenible ni siquiera para la potencia más grande del mundo.
De hecho, los sectores económicos más poderosos de EE. UU. —desde los lobbies agrícolas hasta las tecnológicas— saben que su prosperidad está anclada en esta compleja red comercial. Y eso convierte al triángulo en una realidad compartida, no una opción ideológica.
Del triángulo de poder al triángulo de autonomía
Este triángulo geopolítico no es un callejón sin salida. Es, potencialmente, una plataforma de autonomía, si la región deja de actuar como territorio de influencia ajena y se piensa como actor colectivo.
La diplomacia múltiple, la negociación estratégica y la cooperación selectiva pueden convertir esta posición en ventaja. Pero eso requiere algo que, a menudo, nos ha faltado: visión de largo plazo, integración real y voluntad de no volver a elegir entre dos imperios, cuando podemos construir una política propia entre ambos.
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