Conversatorio en la Biblioteca San Luis conecta a caleños con la historia viva de los pueblos del litoral a través de sus ritmos tradicionales
Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali
Una experiencia sonora que interpela la memoria colectiva
En tiempos en que lo urgente suele desplazar lo importante, la cultura resiste, se alza, canta. En el marco de la Semana de la Afrocolombianidad, la Biblioteca del barrio San Luis, en el oriente de Cali, se convirtió en un escenario de evocación y reencuentro. Bajo el nombre ‘Ritmos del Pacífico Sur Colombiano’, un conversatorio ofrecido el pasado miércoles 21 de mayo de 2025 abrió un espacio para escuchar—no solo con los oídos, sino con el alma—las voces que por siglos han contado la historia del Pacífico a través de su música.
Lo que se vivió no fue simplemente un evento cultural. Fue una afirmación colectiva de identidad. Una declaración silenciosa, pero potente, sobre la necesidad de ver, oír y reconocer. Porque los pueblos afrodescendientes no solo han estado presentes en la historia de Colombia: han sido su pulso, su tambor y su grito más negado.
La música como relato de una historia no contada
La jornada fue guiada por jóvenes con sentido de pertenencia y conocimiento profundo de sus raíces. Una de ellas, Nasly Grueso, practicante de trabajo social de la Institución Educativa Antonio José Camacho, explicó con firmeza y calidez:
“A través del bambuco viejo, el currulao, el aguabajo o el bunde, también contamos nuestras historias y las hacemos visibles”.
Cada uno de estos ritmos es mucho más que una expresión artística: son códigos de memoria ancestral. Son las voces de abuelas que enseñaban cantando, de comunidades que sobrevivían danzando. Son formas de resistencia que, incluso sin pretenderlo, han vencido al olvido histórico.
Y en esa afirmación de vida, en esa forma de nombrarse a sí mismos, se esconde una pedagogía social poderosa: la música como archivo oral de lo vivido, lo sufrido y lo soñado.
Ritmo, identidad y política del reconocimiento
Durante el conversatorio, los asistentes no solo aprendieron sobre el origen de los ritmos afrocolombianos o los instrumentos como la marimba y el cununo; se enfrentaron a la dignidad de una cultura que, a pesar de la exclusión, sigue floreciendo.
“La música es una forma de decirle al mundo que aún nosotros existimos”, dijo Grueso, y en su voz hubo tanto de urgencia como de esperanza.“Necesitamos igualdad. Somos importantes en esta nación y nuestros saberes deben visibilizarse”.
Palabras como estas no solo resuenan: interpelan. Porque en una sociedad fragmentada por el racismo estructural, cada tambor golpeado, cada juga entonada, cada historia dicha desde la selva, se convierte en un acto político de reivindicación.
Bibliotecas como territorios de encuentro y reparación simbólica
Lo más poderoso del evento, quizás, no fue el discurso académico ni la explicación técnica de los géneros. Fue el espacio: una biblioteca pública de barrio. Porque la memoria colectiva necesita territorios físicos donde habitar. Y cuando esos territorios están en comunas populares, la pedagogía de la inclusión se hace más real.
Johan Mendoza Castillo, uno de los asistentes, lo resumió así:
“Estos espacios bibliotecarios son muy importantes porque permiten que la comunidad se entere realmente de cuáles son las costumbres y tradiciones que se viven en el Pacífico”.
No se trata solo de escuchar una marimba. Se trata de comprender que en esas notas hay dignidad, historia y una verdad que ha sido largamente silenciada.
Una apuesta educativa que transforma desde las raíces
La descentralización de la Semana de la Afrocolombianidad en Cali ha permitido llevar esta reflexión a instituciones como la Pedro Antonio Molina, donde casi 900 niños, niñas y jóvenes participaron en actividades culturales. Su coordinadora, María Dolores Leguizamón, resaltó el valor del trabajo bibliotecario enfocado en la literatura afro:
“Hoy tenemos un centro de interés dedicado a autores como Mary Grueso Romero y Candelario Obeso. Eso es parte de sanar nuestra historia”.
Estas acciones, si bien no corrigen siglos de exclusión, sí trazan una ruta distinta para el reconocimiento, el respeto y la representación. En lo simbólico y en lo tangible.
Más allá de las fechas: sembrar futuro desde la cultura
Celebrar la afrocolombianidad no es un acto de memoria nostálgica, sino una estrategia de transformación social.
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