Precandidatos del Centro Democrático exponen sus estrategias de seguridad en el Valle del Cauca, sin abordar la raíz del conflicto social
Por : Redacción RMC Noticias, 24 de mayo de 2025
En medio de una Colombia que aún sangra por las heridas no cerradas del conflicto, el discurso político sobre la seguridad vuelve a escena. Esta vez, desde Cali, donde los precandidatos presidenciales del Centro Democrático —María Fernanda Cabal, Paloma Valencia y Miguel Uribe— presentaron sus propuestas en un foro regional. Las palabras fueron firmes, las estrategias punitivas, y los diagnósticos preocupantes. Pero hubo un gran ausente: la inversión social como base de la seguridad duradera.
Propuestas en clave de control: Cárceles, armas y reacción inmediata
Los precandidatos compartieron diagnósticos similares: el Valle del Cauca está atrapado en una espiral de violencia que requiere medidas urgentes. La respuesta ofrecida fue clara: más fuerza, más vigilancia, más intervención del Estado armado.
Cabal propuso cárceles modelo tipo Bukele y el regreso del porte legal de armas.
Valencia insistió en recuperar el control institucional y judicial para actuar contra estructuras criminales.
Uribe recordó su experiencia en Bogotá desmantelando redes delictivas como prueba de eficacia en seguridad urbana.
El lenguaje fue directo, las cifras alarmantes y la retórica, contundente. Pero la seguridad, así concebida, parece un concepto cercado por los muros del castigo y no por los puentes de la prevención.
Foto: Luis Eduardo MartinezLo que no se dijo: sin inversión social, no hay paz
En todo el foro, ninguna propuesta abordó con claridad la inversión social como eje estructural de la seguridad. Ninguno de los precandidatos habló de fortalecer la educación pública, garantizar acceso a empleo digno, impulsar cultura en los barrios o democratizar la vivienda como estrategia de contención del crimen. La seguridad fue tratada como un problema técnico, no como una consecuencia de múltiples exclusiones históricas.
En una región donde las violencias no son solo criminales, sino también estructurales —desigualdad, racismo, abandono estatal, desplazamiento forzado—, apostar todo al control sin transformar las condiciones de vida es repetir la historia.
Reacción ciudadana: ¿seguiremos encerrando los síntomas sin tratar la enfermedad?
Los asistentes al foro recibieron con atención las propuestas, pero también con inquietud. ¿Es suficiente aumentar la presencia policial si los jóvenes siguen sin oportunidades? ¿Qué hacemos con los territorios que el Estado solo visita con helicópteros? ¿Qué futuro estamos prometiendo cuando no hablamos del hambre, la droga, la informalidad y el olvido?
Los discursos, aunque duros y bien estructurados, revelan una mirada incompleta de la seguridad. La pregunta que no se hizo en voz alta es si el país está dispuesto a cambiar el modelo que castiga sin prevenir y reacciona sin comprender.
Seguridad sí, pero con justicia social
Colombia necesita recuperar la seguridad, sí. Pero no basta con blindar las calles si no abrimos las escuelas. No sirve encerrar jóvenes si no abrimos oportunidades. No habrá paz si seguimos confundiendo orden con bienestar.
El Valle del Cauca no puede seguir siendo un laboratorio de represión. Necesita ser un territorio donde la vida valga más que el miedo, donde la inversión social no sea un tema de segunda línea y donde la política no solo castigue, sino también escuche, entienda y transforme.
Porque sin justicia social, la seguridad será solo una tregua entre balas.
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