¿Quién define qué es propaganda? La caída de Voice of America y el futuro de la libertad informativa global.
El segundo mandato de Donald Trump ha traído consigo un giro sin precedentes en la política exterior de comunicación de Estados Unidos. En una jugada tan simbólica como alarmante, su administración ha desmantelado tres de los medios internacionales más emblemáticos financiados por el gobierno estadounidense: Voice of America, Radio Free Europe y Radio y TV Martí.
La justificación ha sido directa y sin matices: según Trump, estos medios no eran más que “propaganda radical pagada por los contribuyentes”. La pregunta que deja esta decisión es mucho más profunda que un asunto presupuestal: ¿quién controla la narrativa cuando el poder decide callar sus propias voces institucionales?
¿Qué significan estos cierres?
Durante décadas, estos medios fueron herramientas diplomáticas y culturales clave para EE. UU., no solo en su política exterior, sino como expresión de su identidad democrática ante el mundo.
Voice of America
Fundado en 1942, fue la voz del ideario estadounidense durante la Guerra Fría y uno de los pilares de la diplomacia pública. Su función era ofrecer información, incluso sobre EE. UU., a audiencias internacionales bajo regímenes cerrados o autoritarios.
La primera emisión de Voice of America se dio en 1942, en medio de la Segunda Guerra MundialRadio Free Europe / Radio Liberty
Nacida para contrarrestar la censura soviética, fue un canal fundamental para difundir ideas democráticas en Europa Oriental durante la Guerra Fría. Recientemente, tenía un papel importante en Europa Central, Asia Central y los Balcanes.
Radio y TV Martí
Su objetivo fue emitir hacia Cuba noticias no mediadas por el régimen castrista. Aunque polémica por su alcance limitado y acusaciones de ineficiencia, ha sido un símbolo de presión contra gobiernos autoritarios.
¿retorno al aislacionismo o reconfiguración autoritaria?
La decisión de Trump no puede analizarse como una simple reducción presupuestaria. Se trata de una operación con claras implicaciones ideológicas. En una era donde la narrativa es más estratégica que los misiles, silenciar canales estatales que promovían la versión estadounidense de la democracia es más que un acto interno: es un repliegue simbólico.
Trump no quiere una narrativa oficial si esta no refleja su visión hegemónica de poder, lealtad y supremacía nacionalista. Las críticas que estos medios hacían —por moderadas o técnicas que fueran— chocaban con el autoritarismo retórico que ha marcado su liderazgo.
En palabras simples: el cierre no es por lo que decían hacia afuera, sino por lo que significaban hacia adentro.
¿Quién controla el discurso ahora?
La desaparición de estos medios plantea un vacío inquietante. En un mundo saturado de desinformación y propaganda digital, ¿quién llenará ese espacio?
China, Rusia e incluso Irán han invertido agresivamente en medios internacionales. Mientras tanto, EE. UU. apaga sus voces bajo el argumento de que son “innecesarias” o “enemigas internas”.
El argumento de Trump sobre el gasto público es también un espejo de su desprecio sistemático por cualquier institución que no se alinee con su narrativa. En este modelo, el periodismo crítico, incluso dentro de medios gubernamentales, es percibido como traición.
Implicaciones para la prensa global
La medida no solo es un golpe para los periodistas que trabajaban allí. Es un mensaje claro: incluso en la mayor democracia del mundo, la libertad de prensa puede ser sacrificada en nombre del control político.
Es irónico y trágico que Estados Unidos, país que durante décadas financió medios para defender la libertad de expresión en dictaduras ajenas, hoy cierre sus propias plataformas por considerarlas incómodas.
El problema no era la propaganda
La propaganda no es un problema cuando es transparente y debatible. El problema es el silencio selectivo. Lo que ha hecho la administración Trump no es desmantelar propaganda, sino callar voces que no encajaban en su propia propaganda.
En una época donde las democracias luchan contra su propia fragilidad interna, el desmantelamiento de estos medios no es solo un acto administrativo: es una confesión de miedo y un adelanto del modelo de poder que Trump pretende consolidar.
La historia juzgará si estas decisiones fueron simples errores políticos o parte de una reingeniería ideológica más profunda. Por ahora, lo cierto es que cuando las democracias callan sus voces públicas, otros hablarán en su lugar.
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