Una amenaza de muerte en redes terminó en un abrazo inesperado entre un joven y el presidente Petro, revelando que la reconciliación es posible incluso en medio de la rabia.
Redacción RMC Noticias
Un abrazo inesperado que desnuda la fractura y la posibilidad de reconciliación en Colombia
Medellín, 21 de junio de 2025 – Lo que iba a ser una jornada política más en la agenda del presidente Gustavo Petro, se convirtió en un acto de profunda humanidad. Antes de subir a la tarima de La Alpujarra para liderar el "Pacto por la Paz Urbana", el mandatario se encontró con Juan David, un joven que días antes lo había amenazado de muerte en redes sociales. El encuentro no terminó en una denuncia, sino en un abrazo. Un hecho tan improbable como necesario en un país dividido.
Un mensaje en redes, una reacción inesperada
Todo comenzó con una amenaza virtual. Juan David, un joven de Medellín con pasado en el Ejército, escribió un mensaje violento dirigido al presidente. Lo encontró él mismo, navegando entre comentarios en redes sociales. En lugar de activar un protocolo judicial, Petro pidió a su equipo buscar al joven y entender el porqué de su rabia. La respuesta no fue represiva, fue empática: "Pregúntenle por qué dice eso", ordenó, según fuentes oficiales.
Una cita fuera del protocolo
El encuentro se programó para el 21 de junio, coincidiendo con la visita del presidente a Medellín. En un espacio privado detrás de la tarima, sin cámaras, sin discursos, el joven y el jefe de Estado hablaron. Juan David llegó temeroso, acompañado por un familiar. Allí confesó que no comprendía del todo su propia ira. Lloró. Pidió perdón. El presidente, en lugar de reprocharlo, lo abrazó. “Sentí su corazón latiendo al lado del mío”, dijo después, ante una multitud de más de 10.000 personas.
La violencia que se hereda y la oportunidad de romper el ciclo
Juan David, de apenas 20 años, fue abandonado por su familia. Ha vivido en un entorno marcado por la exclusión y el resentimiento. Su historia no es única: es un espejo de muchos jóvenes en las comunas de Medellín y otras ciudades del país. En lugar de responder con castigo, el gesto del mandatario fue un acto simbólico que apuntó a la raíz del problema: la violencia estructural y la falta de oportunidades reales.
El pacto urbano y los jóvenes que no han tenido opciones
Ese mismo sábado, mientras se desarrollaba el evento en La Alpujarra, se hablaba de paz urbana, de juventud, de dignidad. Pero fue el episodio del encuentro entre Petro y Juan David lo que dejó la huella más profunda. El país no necesita más discursos, sino puentes. Y en ese abrazo silencioso, se tendió uno. No hacia un ideal abstracto, sino hacia alguien concreto, alguien herido.
¿Justicia o compasión? El dilema de un país herido
El presidente pudo haber judicializado a Juan David. Nadie lo habría criticado por eso. Pero eligió otro camino: no por debilidad, sino por convicción. Eligió ver en un enemigo potencial a un joven quebrado por una vida de abandono. Ese dilema entre castigo y redención no es solo suyo; es el dilema de Colombia entera, que aún no termina de decidir si quiere más cárceles o más oportunidades.
Lo que no se vio desde la tarima
Mientras el evento seguía, con arengas, música y discursos, muchos desconocían lo que acababa de ocurrir detrás del escenario. Sin protocolos ni anuncios, se tejió un momento de verdadera reconciliación. Uno de esos episodios que no se planifican y que, sin embargo, resumen mejor que cualquier comunicado lo que significa apostar por la paz.
Una nación fragmentada que aún puede reconocerse en el otro
Desde esta redacción, no se idealiza un gesto ni se exalta a una figura. Se constata, con la firmeza que exige el periodismo, que la reconciliación es posible cuando se reconocen las heridas. El país necesita actos como este, que nos devuelvan la capacidad de ver al otro como un ser humano y no como un enemigo. Si una amenaza puede transformarse en un perdón, quizá aún haya esperanza. La paz no se decreta. Se construye. A veces, desde un abrazo.
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