El corazón de Cali palpita al ritmo del Pacífico, entre tradición, infancia y resistencia
Santiago de Cali, 14 de agosto de 2025 — La música del Pacífico no solo suena: resiste. Y cuando lo hace en el centro neurálgico de la ciudad, el mensaje trasciende la celebración. El Festival Petronio Álvarez, en su edición más descentralizada, llegó este 15 y 16 de agosto a la histórica Plaza de Cayzedo con un mensaje claro: la cultura afro no debe estar en la periferia. Cali se la debe.
Durante dos días, más de una decena de stands de bebidas autóctonas, mecatos y artesanías, acompañados por presentaciones musicales de Gigantes del Pacífico, Ecos Ancestrales y un DJ especializado en fusiones del litoral, convirtieron la plaza en un epicentro de identidad. Este movimiento, impulsado por la Secretaría de Cultura de Cali, en cabeza de Leydi Higidio, responde a una estrategia de revitalización del centro liderada por el alcalde Alejandro Éder. Pero más allá del plan urbano, se trata de una apuesta política: devolver al centro su función como lugar de encuentro, no solo de tránsito.
Una ciudadela educativa que también canta y resiste
Mientras la plaza resonaba con marimbas, la Ciudadela Petronio Álvarez se convertía en un aula a cielo abierto. Cerca de 500 estudiantes de instituciones educativas rurales y urbanas participaron en el Quilombo Pedagógico, un ejercicio de aprendizaje situado, donde la historia, la botánica, la música y la narrativa oral se tejieron con los valores de la comunidad afrodescendiente. La escuela, por fin, habló desde la voz de los territorios.
La secretaria de Educación de Cali, Sara Mercedes Rodas, acompañó la jornada destacando que estas experiencias conectan a los niños y jóvenes con su realidad de una manera más profunda que cualquier currículo formal. “Cada niño, cada canto, cada muestra es una afirmación de vida y resistencia cultural”, afirmó. Una afirmación que, como medio, creemos urgente y necesaria en tiempos donde la estandarización amenaza con borrar la diferencia.
Del aula al territorio: la pedagogía del tambor y la planta medicinal
Entre las muestras, se destacó la propuesta de la IE Gabriela Mistral, que abrió con tambores que narraban el legado minero del litoral, seguida por el montaje de la IE Siete de Agosto, donde las leyendas del Pacífico fueron digitalizadas por niños y niñas que, en clave de siglo XXI, reinterpretan lo ancestral sin frivolizarlo. “La Tunda ahora chatea, pero con respeto”, decía entre risas y orgullo la docente Diana Saa. Una frase que encierra el espíritu de este nuevo paradigma educativo: la tecnología no borra la tradición si está mediada con sentido.
Foto: Comunicaciones Alcaldía de CaliMás allá del espectáculo, hubo saber: estudiantes de la IE Jesús Villafañe Franco compartieron usos de plantas tradicionales como la sábila o el romero, cultivadas en sus propias huertas escolares. Este conocimiento, muchas veces invisibilizado, encarna una ciencia viva que desafía la lógica del laboratorio cerrado. La escuela afro no solo enseña: cura, canta, siembra.
El centro no es solo geografía: es símbolo y deuda
Llevar el Petronio a la Plaza de Cayzedo es mucho más que una estrategia cultural. Es una reparación simbólica. Por años, la cultura afrodescendiente ha sido relegada a espacios periféricos o folclorizada para el consumo estacional. Que el centro de la ciudad —el espacio del poder, de la historia oficial— acoja estas manifestaciones, obliga a repensar qué entendemos por inclusión y quién decide qué culturas ocupan el espacio público.
La apropiación cultural y comercial del Pacífico ha sido constante, pero pocas veces se acompaña de reconocimiento político o inversión estructural. Celebrar las bebidas, las artesanías y los ritmos no puede convertirse en una postal exótica mientras las comunidades que los producen siguen enfrentando pobreza, racismo y exclusión.
Una fiesta que no se maquilla: se siembra
En un país que a menudo reduce la cultura a un show, el Petronio ha logrado algo excepcional: mantener su raíz. Su expansión al centro no lo diluye; al contrario, lo fortalece. Sin embargo, esta conquista del espacio debe traducirse en políticas sostenidas. Los eventos son importantes, pero los procesos son indispensables. ¿Habrá seguimiento, presupuesto, continuidad?
El verdadero éxito del Petronio en la plaza y del Quilombo Pedagógico en la ciudadela no está en la afluencia del público, sino en el cambio de narrativa que promueven. Una narrativa que entiende la cultura como algo que se vive, no solo se observa. Que se siembra en los niños, en las plazas, en las aulas. Y que, como todo lo vivo, necesita cuidado constante.
No basta con visibilizar, hay que garantizar
Desde esta redacción, celebramos la descentralización del Petronio y el poder simbólico de ocupar el centro. Pero también advertimos: no basta con visibilizar culturas históricamente excluidas si no se garantiza su dignidad cotidiana. La fiesta debe tener memoria. La política cultural debe mirar más allá del evento y entender que la justicia social también se baila, se canta, se enseña.
Cali tiene en el Petronio una brújula. Que la siga. Que no la convierta en un decorado de temporada. Que la abrace como lo que es: un clamor colectivo por reconocimiento, reparación y permanencia.
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