Más de 1.500 ediles de todo el país se reúnen en la ciudad para debatir, formarse y reflexionar sobre el presente y el futuro de la participación ciudadana en Colombia
Una ciudad que acoge el poder territorial con propósito
Santiago de Cali 9 de septiembre 2025. Del 11 al 14 de septiembre, Cali no será solo la capital del Valle del Cauca: será la capital simbólica del liderazgo territorial en Colombia. Con la llegada de más de 1.500 ediles provenientes de los municipios y distritos del país, el ‘XVIII Congreso Nacional de Ediles 2025’ abre un escenario poco frecuente: un encuentro que dignifica el rol comunitario desde lo local, organizado por la Alcaldía de Cali y Fenaedilco bajo el lema “Soy edil, soy territorio y soy futuro”.
En un país profundamente desigual, donde las decisiones suelen tomarse lejos de las realidades barriales, un evento de esta magnitud nos recuerda que la democracia no solo se expresa en las urnas, sino en el trabajo silencioso y cotidiano de quienes articulan necesidades ciudadanas con acción pública.
Más que una cumbre: una inversión en ciudadanía
La administración del alcalde Alejandro Eder destinó $1.500 millones para hacer posible este congreso, una cifra que ha despertado preguntas en ciertos sectores, pero que en este contexto adquiere sentido estratégico. Lo que se está financiando no es un evento de protocolo, sino un esfuerzo por fortalecer el músculo cívico de las regiones. Se invierte en formación, en reconocimiento institucional, en articulación nacional. En otras palabras: se invierte en democracia.
La organización del evento está a cargo de la Secretaría de Desarrollo Territorial y Participación Ciudadana, dirigida por Maritza Aponzá Zapata, quien ha insistido en que este espacio “es vital para construir ciudades más democráticas, justas y solidarias”. Y tiene razón. ¿Cómo construir ciudad sin reconocer a quienes están al frente del contacto directo con la ciudadanía?
Una agenda que aborda realidades ignoradas
El Congreso no evade los temas duros. Desde el jueves, ediles serán formados y actualizados en normas que les competen directamente: pérdida de investidura, salud mental del servidor público, elaboración de presupuestos, maltrato a mujeres electas, e incluso la Ley de Bancadas. Cada intervención académica ha sido curada con un criterio que trasciende el formalismo: lo que se busca es dotar a los ediles de herramientas concretas para ejercer su rol con autonomía, ética y eficiencia.
Intervienen personalidades clave como el representante a la Cámara Édison Vladimir Olaya (autor del Proyecto de Ley 041 sobre JAL), expertas del Ministerio del Interior, y académicos como Jaime Cubides (Universidad de Asturias), quienes aportan lecturas críticas sobre las debilidades normativas que enfrentan los ediles en su labor.
Territorio, cultura y memoria: el poder simbólico de Cali
El congreso ha sido diseñado también como un viaje identitario. Cali no solo recibe: representa. Por eso, las jornadas culminan con expresiones culturales del Pacífico, y el sábado se trasladan a Rozo para una feria de muestras regionales. Se trata de anclar la política a la cultura y al territorio, de hacer visible que el poder local también se manifiesta en el arte, el folclor, la cocina, el cuerpo y la memoria.
Cali ha entendido que su rol como sede va más allá de la logística: es una oportunidad para reforzar su identidad como ciudad profundamente política, territorial, viva. Lo simbólico importa. Más en una época donde el poder se percibe lejano e inasible.
Lo local no es lo menor: es el origen de todo
Colombia necesita, con urgencia, redefinir el lugar que ocupa la participación ciudadana. Durante décadas, los ediles han sido relegados al margen de la política nacional, sin recursos, sin formación, sin visibilidad. Sin embargo, son ellos quienes traducen las grandes políticas públicas en acciones visibles en las comunas, corregimientos y barrios. Son, en muchos casos, el único rostro visible del Estado.
Este Congreso debería ser, entonces, el inicio de un proceso mayor: un pacto por la valorización del liderazgo local, que reconozca en los ediles no solo intermediarios administrativos, sino articuladores del bienestar comunitario.
Que no sea flor de un fin de semana
Desde esta redacción, celebramos que Cali haya asumido con responsabilidad y visión esta convocatoria. Pero también advertimos que los procesos de fortalecimiento ciudadano no pueden quedarse en las fotografías de un evento. Formar, acompañar, cuidar y financiar la participación es una tarea de largo aliento, no de coyuntura.
El Congreso debe marcar un punto de inflexión: que la inversión pública en ciudadanía no sea una excepción, sino la norma. Que se reconozca el papel de los ediles no solo como actores políticos, sino como defensores de lo común. Que el país empiece a mirar lo local no como lo residual, sino como lo esencial.
Una invitación final
Si Colombia quiere transformarse, debe empezar por sus territorios. Y si quiere fortalecer sus instituciones, debe escuchar a quienes hoy llegan a Cali con la convicción de que la participación no es un favor, sino un derecho. Ediles de Colombia: esta es su casa. Esta también es su historia.
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