Con más de $19 mil millones invertidos, el Ecoparque de la Salud renace con senderos, eco-kioscos y una torre de 30 metros que enmarca la biodiversidad de Pance.
La renovación ambiental que exige cuidado colectivo
Santiago de Cali, septiembre 27 del 2025.Cali vive un momento decisivo para la conservación ambiental: con la inauguración reciente de la torre de avistamiento y las obras de mejoramiento del Ecoparque Pance Mágico, se entrega un espacio que va más allá del turismo, simboliza un pacto con la biodiversidad, la comunidad y el futuro. La obra se realiza en el contexto de la COP16 y antes de la Semana de la Biodiversidad, con los ojos del Valle del Cauca y la región Pacífico puestos en cómo se recuperan los ecosistemas y se reconoce la riqueza natural que ha sido históricamente ignorada.
FOTO: Comunicaciones CVCInfraestructura con altura: ver para hacer posible lo invisible
La torre de avistamiento de Pance Mágico, con sus 30 metros y siete niveles, estructurada en acero (más de 109 toneladas) y cimentación de 10 metros de profundidad, representa algo más que un mirador panorámico. Es una infraestructura pensada para permitir que quienes visitan el ecoparque —ya sean locales, turistas o educadores ambientales— experimenten una conexión directa con la naturaleza. En sus alturas se pueden observar especies que antes pasaban inadvertidas, como aves, anfibios y mamíferos cuyo hábitat se fragmenta con la urbanización. Es ver para entender que ese patrimonio exige protección.
Más que senderos: tejido social y restauración ecológica
Las intervenciones no se limitan a la torre. Senderos mejorados, cerramientos con pasos de fauna, eco-kioscos para educación ambiental y espacios comunitarios como fogones, forman parte de un paquete de obras con inversión significativa: la CVC ejecutó más de 11.900 millones de pesos, y la Gobernación del Valle, a través de Vallecaucana de Aguas, sumó más de 7.500 millones para dotar al ecoparque de acueducto y planta de tratamiento. Son intervenciones que apuntan a restaurar la función ecológica del DRMI Pance, preservar cuencas, controlar la erosión, y permitir que las especies convivan con la presencia humana.
Comunidad presente: usos y apropiación
El ecoparque restaurado aspira a no ser un escenario pasivo, sino un espacio de participación ciudadana. Los visitantes ya cuentan con monitores ambientales, culturales y deportivos que acompañan las rutas, promueven buenas prácticas, orientan sobre las normas de conservación y guían la experiencia. Gestores locales, adultos mayores, jóvenes caminantes; todos son llamados a habitar ese verde con sentidos de cuidado. Porque el turismo sí importa, pero lo que más importa es que ese turismo no desgaste lo que visita.
Biodiversidad palpable: lo que deja de ser solo dato
En esas hectáreas revitalizadas, se encuentran especies únicas o en peligro: la ranita de cristal, el mono nocturno, entre otros. Con más de 250 especies de aves catalogadas en algunos reportes, flora diversa, senderos y pasos seguros para la fauna, Pance deja de ser una reserva difusa y se vuelve un laboratorio vivo de conservación. Estas cifras no están para llenar titulares, sino para advertir que sin los pasos adecuados (infraestructura, educación, control) esos seres dejarán de existir o simplemente de verse.
FOTO: Comunicaciones CVCInversión que pesa: cifras con impacto ambiental y social
La inversión total, cercana a los $19.400 millones, no es cifra para pasar de largo. Es un compromiso económico, una apuesta pública por un modelo de ciudad distinta: una que invierte en aire limpio, agua pura, ritmos naturales y salud mental. Esa apuesta cuesta, pero su costo se mide también en evitar enfermedades, en atraer ecoturismo responsable, en generar empleo local en zonas rurales, en fortalecer cultura ambiental. Si el dinero se hubiese gastado en concreto urbano sin verde, los beneficios serían pasajeros; al invertir en ecoparque y restauración ecológica, los dividendos son a largo plazo para toda la sociedad.
Cuidar lo entregado, porque la naturaleza no firma promesas
Cuidar lo que se entrega es más que una tarea pública: es un pacto silencioso entre generaciones. No basta con cortar la cinta y celebrar la obra si luego permitimos que el descuido le gane al propósito. La infraestructura sin cuidado se convierte en ruina prematura. La torre, los senderos, los jardines y los kioscos no son decoración urbana: son herramientas vivas para el aprendizaje, el bienestar y la conexión con lo esencial. Pero ese potencial se extingue cuando se normaliza el abandono, cuando dejamos que el uso irresponsable, la basura o la indiferencia deterioren lo construido con tanto esfuerzo. Es hora de asumir que proteger estos espacios no es un favor, sino un deber cotidiano. Si no somos capaces de sostener lo que hoy celebramos, no habrá futuro que lo justifique.
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