Las cámaras trampa de la Red Otus exponen una biodiversidad inesperada a solo minutos de Cali y abren una conversación urgente sobre el territorio, la conservación y el rol de las comunidades.
Un hallazgo silencioso pero revelador
A tan solo 30 minutos del bullicio caleño, en zonas que hasta hace poco eran consideradas de bajo interés ecológico, las cámaras trampa instaladas por la CVC han registrado la presencia de especies como pumas (Puma concolor), tigrillos (Leopardus tigrinus) y zorros cañeros (Cerdocyon thous). No se trata de una simple anécdota de biodiversidad: es una revelación que obliga a revisar el mapa ecológico y político del Valle del Cauca. Este hallazgo, presentado por el director de la CVC, Marco Antonio Suárez Gutiérrez, durante la Cumbre Internacional de Sostenibilidad e Innovación Ambiental en Bogotá, evidencia el peso de una región que, entre la urbanización y el extractivismo, aún conserva una memoria silvestre viva.
Cámaras que hablan: el lenguaje visual de la conservación
El avance de la Red Otus —una iniciativa nacional que articula 33 Corporaciones Autónomas Regionales, el Instituto Humboldt y Conservación Internacional Colombia— ha permitido convertir imágenes en datos y los datos en argumentos. En menos de dos semanas, las primeras cámaras activadas en el Centro de Educación Ambiental El Topacio captaron no solo grandes felinos, sino también especies como guaguas, guatines y perdices. Hoy, con 240 cámaras activas en el Valle (frente a las 40 de 2024), se construye un archivo visual que documenta una realidad ignorada por décadas: la fauna sobrevive, y en muchos casos prospera, en zonas que coexisten con asentamientos humanos.
FOTO: Comunicacaciones CVC
El Valle como laboratorio de biodiversidad
La biodiversidad no es un lujo del Amazonas. Desde las ciénagas de Buga hasta los bosques de Tuluá, pasando por las estribaciones andinas de Caicedonia, las imágenes recogidas por las cámaras narran historias de coexistencia y resistencia: zorros, yaguarundíes, armadillos, iguanas y aves de múltiples especies comparten ecosistemas intervenidos. En el DRMI Atuncela, por ejemplo, una familia entera de zorros fue grabada en menos de tres semanas. Este registro no solo rompe con el imaginario de “naturaleza lejana”, sino que plantea una pregunta incómoda: ¿qué tanto conoce realmente el Valle su riqueza natural?
Conservación descentralizada: el rol de las comunidades
Más allá de los datos duros, este proceso de monitoreo ha tenido un impacto silencioso pero profundo: empoderar a las comunidades locales. La iniciativa Eira, por ejemplo, lleva años trabajando en fototrampeo comunitario en municipios como El Cerrito, Pradera y Palmira. Hoy, gracias a la Red Otus, cuentan con 20 nuevas cámaras y han documentado especies como tairas, tigrillos y aves nativas. La conservación no solo se centraliza en instituciones; se construye desde abajo, con campesinos, jóvenes y líderes ambientales que traducen la ciencia en sentido común y acción territorial.
Tecnología e inteligencia artificial al servicio de la fauna
La recopilación de imágenes no queda en archivos digitales: toda la información registrada se sube a la plataforma Wildlife Insights, que usa inteligencia artificial para identificar especies, patrones de comportamiento y amenazas. Esta base de datos global permite conectar al Valle con redes internacionales de investigación, y transforma al departamento en un nodo de conocimiento. La tecnología, cuando se orienta con enfoque ecosistémico, no solo visibiliza especies; puede convertirse en una herramienta de defensa del territorio frente a amenazas extractivas o proyectos mal planificados.
Monitorear no basta: urge una política pública transformadora
Los registros son apenas el comienzo. La verdadera pregunta es qué hacer con esta información. Las cifras y las imágenes deben traducirse en acciones de planificación territorial, educación ambiental obligatoria, y un sistema de protección más robusto para ecosistemas estratégicos como manglares, selvas pluviales y bosques andinos. La CVC ha dado pasos importantes, pero el desafío es estructural: ¿está el Valle del Cauca dispuesto a redefinir su relación con la naturaleza más allá del discurso?
FOTO: Comunicacaciones CVCVer la fauna, es vernos a nosotros mismos
Este reportaje no es solo una celebración de lo hallado, sino un llamado a la conciencia colectiva. Ver a un puma o un tigrillo en cámara no debe ser un acto exótico, sino una responsabilidad. Detrás de cada imagen captada hay un equilibrio frágil que puede romperse con una carretera, un monocultivo o la indiferencia estatal. La fauna del Valle del Cauca nos está mirando. Y nosotros, como medio, creemos que es hora de mirar de vuelta, no con fascinación pasajera, sino con compromiso ético y acción firme. Porque cuidar el medio ambiente ya no es una opción política ni estética: es una obligación moral.
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