Jóvenes, padres y escuelas se unen para preservar la esencia caleña en el desfile más emblemático de la Feria de Cali.
Foto: Comunicaciones Alcaldía de Cali
Redacción de RMC Noticias
Santiago de Cali, octubre 13 de 2025. Durante este fin de semana, Cali volvió a latir al ritmo del tambor y la pasión juvenil. Se llevó a cabo el selectivo de escuelas juveniles para el Salsódromo 2025, un evento que, más que competencia, fue un retrato vivo del esfuerzo colectivo por mantener viva la identidad cultural de la ciudad. Jóvenes desde los 14 años se presentaron con la esperanza de obtener un lugar en el desfile inaugural de la Feria de Cali, pero también con la certeza de que, detrás de cada paso, había meses de trabajo, disciplina y respaldo familiar.
Más que bailarines: una comunidad tejida desde la pasión
Para quienes no conocen este proceso por dentro, el Salsódromo podría parecer solo un espectáculo. Pero para quienes lo viven desde las escuelas, es una segunda casa, una familia construida entre ensayos, heridas y sueños comunes. Así lo expresó Mariana Flórez, de 16 años: “No somos solo un grupo, somos una familia; aquí hay lazos muy fuertes que van más allá del escenario”. Y es precisamente esa complicidad la que se nota
Foto: Comunicaciones Alcaldía de CaliEsfuerzo que no se ve: lágrimas, disciplina y años de formación
Sofía Ramírez, de 17 años, sintetizó el sacrificio que implica llegar al selectivo: “Detrás de esta presentación hay años de esfuerzo, risas, llanto y mucha entrega”. Como ella, cientos de jóvenes caleños se han formado en academias de salsa desde su infancia, con jornadas de ensayo que muchas veces se extienden después del colegio y los fines de semana. Estos no son bailarines improvisados: son artistas que entienden la salsa como herencia y como propósito de vida.
Familias que acompañan sin salir a escena
Aunque muchas veces permanecen fuera del foco, las familias son el motor invisible de este proceso. Diana Garcés, madre de uno de los bailarines, lo resume así: “Estamos ahí en todo: los trajes, el transporte, los entrenamientos. Más allá de lo económico, es estar presentes, hacerles sentir que no están solos”. Afuera del recinto de selección, los padres aplaudían, grababan, lloraban. Era un público íntimo, pero lleno de orgullo.
Escuelas de salsa: más que formación, contención y propósito
Las academias participantes son espacios de aprendizaje técnico, pero también emocional. “Esto refleja años de trabajo en equipo entre bailarines, docentes y familias”, explicó Lizzi Trujillo, directora de la Fundación Escuela de Baile Rumbalé, que este año participó con 20 jóvenes. Su equipo trabajó durante cuatro meses en una propuesta artística que busca resaltar la esencia del estilo caleño. Según Brayan García, coreógrafo de la escuela, “cada paso cuenta una historia; no solo enseñamos movimientos, enseñamos a contar quiénes somos”.
El selectivo: un paso hacia el Salsódromo, pero también hacia el futuro
El selectivo juvenil se realizó los días 12 y 13 de octubre de 2025, con la participación de 53 escuelas (Fuente: Corfecali). Solo algunas serán seleccionadas para desfilar en el Salsódromo, pero cada participante se lleva algo más valioso que un cupo: la experiencia de representar una ciudad que respira salsa, identidad y resistencia cultural. Aquí, el baile no es solo arte: es protección frente a la violencia, sentido de pertenencia y alternativa de vida.
La salsa no es espectáculo: es lenguaje social
La salsa no es solo una expresión artística; es una forma de construir comunidad en medio de realidades complejas. En una ciudad atravesada por desigualdades, los procesos culturales no pueden seguir tratándose como eventos decorativos: deben ser entendidos como políticas esenciales de inclusión y desarrollo social. Lo demuestran historias como las de Mariana, Sofía y María del Mar, jóvenes que, al bailar, también defienden su derecho a existir con dignidad y pertenencia.
Invertir en cultura no debería depender de una agenda institucional ni del calendario de una feria. Lo verdaderamente transformador sucede lejos de las luces del Salsódromo: en los espacios donde se ensaya sin descanso, en las casas donde una madre cose trajes con lo que tiene, en los lazos invisibles que se fortalecen ensayo tras ensayo.
Que estos procesos tengan continuidad no es un favor, es una responsabilidad. Porque cuando una ciudad permite que sus familias bailen juntas un mismo sueño, está haciendo mucho más que celebrar una tradición: está apostándole a un presente colectivo donde la cultura no es solo memoria, sino también posibilidad de futuro.
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